Entrevista con el director argentino Luis Ortega
Devoto de Leonardo Favio, el hijo del cantante y político Palito Ortega construye con paciencia una filmografía delicada donde las relaciones humanas cobran la densidad de una pesadilla. Por Ignacio Bouquet.
A pesar de su fama sombría y desafiante, a Luis Ortega se lo nota bastante feliz. “Monobloc”, ese drama de pesadillas que construyó con las actrices Graciela Borges, Rita Cortese y Carolina Fal (y con la participación de su madre, Evangelina Salazar), acaba de obtener el premio al mejor largometraje en el festival L’Alternativa, de Barcelona. Un merecido galardón a una película que se animó a transitar por un universo asfixiante y cargado de dolor en medio de una industria cinematográfica cada vez más domesticada y previsible.
El reconocimiento no es una novedad para Ortega, de sólo 26
años. “Caja negra”, el debut que filmó a los 19 con Dolores Fonzi como protagonista, fue una de las películas más personales del Nuevo Cine Argentino. Y “Monobloc” significó una vuelta de tuerca a su obsesión por retratar la soledad que, paradójicamente, sostiene a toda relación humana.
«Yo quería dar un paso hacia un lugar incierto para no repetir la experiencia de “Caja negra”», cuenta Ortega, en un bar del barrio Parque Chas. «Me interesaba presentar un lugar que nadie pudiera reconocer, proponer un espacio nuevo desde el vacío. Ése es el planteo más fuerte de la película: todo es ilusorio y puede cambiar».
Los cielos rojizos que rodean ese edificio oscuro donde una madre, su hija y la vecina de ambas intercambian sus miserias brindaron el marco adecuado para desplegar un universo perturbador que, una vez visitado, deja en la mente del espectador un extraño sabor a pesadilla. Y la experiencia tuvo sus consecuencias sobre el propio Ortega.
«Fue un letargo demasiado largo: la película se hizo hace tres años, pero se estrenó recién ahora. Fueron años muy densos. Hay mucha gente en el medio a la que le importan tres carajos las películas, pero se meten porque creen que van a sacar algún billete. De ahí disparé para otro lado y me puse a filmar otra historia, 'El negro Luz y Fer'. Volví a donde vivía antes, cerca del puerto. Y me encontré con mis amigos, un cuidador de autos, un músico del barrio. Con ellos construimos una historia que filmamos con una sola cámara, en un estado alterado, permanentemente. Una locura. Por suerte, no tengo apuro de nadie ni hay nadie molestándome con fecha de estreno ni nada de eso».
Si hay que rastrear un referente a la hora de describir sus primeros pasos en el celuloide, el propio director se encarga de señalar al responsable: Leonardo Favio, el cineasta más conmovedor que jamás haya dado el cine argentino. La historia cuenta que, luego de ver “Caja negra”, el director de “Nazareno Cruz y el lobo” se comunicó con Ortega para darle su respaldo. Y se convirtieron en maestro y discípulo.
«Yo lo necesito mucho a él porque, en general, la gente de la industria no sirve»,dispara Ortega. «Favio está en otro lugar y tal vez por eso es tan generoso conmigo. Me llama constantemente para darme su apoyo, mientras el resto vive a los codazos. Pero él no está en este mundo, por suerte. No va a ningún lado, ya aprendió. Y a mí me gustaría aprender lo más rápido posible».
Ortega, que suele escribir sus propios guiones bajo la inspiración de la poesía beatnik, los mundos de Lou Reed y la búsqueda de la marginalidad, cuenta con otros proyectos para saciar su ansiedad. Ahora se encuentra corrigiendo un guión que empezará a filmar en breve en la provincia de Entre Ríos. Y esa tarea se suma a un proyecto más ambicioso, la adaptación de un relato de Yukio Mishima en la que contará con el protagónico de su hermana, la actriz Julieta Ortega.
«Así como no me equivoqué al elegir a mi vieja para “Monobloc”, sé que Julieta no me va a preguntar nada y se va a entregar a lo que quiero hacer. Realmente, sólo quiero trabajar con gente que se entregue a la película. No tengo más ganas de pasar por situaciones de ego. Por eso me divierte hacer películas con amigos, por más que sean no actores. Prefiero la gente trasparente a toda esa farsa de egotrips e intelectuales
que rodea al cine».
Entrevista publicada en el número 45 de la revista Zona de Obras.