(Desde Ceará, por Cynthia García Calvo) Cine Ceará Festival Iberoamericano de Cinema no tiene la tradición de dedicar una sección a un país invitado, pero en este año la fuerte presencia de Cuba hace que la isla se torne un tema en sí mismo. Además de contar con muestras específicas como la dedicada a celebrar los 25 años de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV) con una nutrida selección de cortos y la de Estela Bravo con una retrospectiva significativa de su obra, Cuba se inscribe también en la competencia oficial con “Boleto al Paraíso”, de Gerardo Chijona, una de las películas que más ha dado que hablar en los últimos tiempos al hacer retrato de una generación sin rumbo del llamado Período Especial.
“Boleto al Paraíso” se basa en el libro “Confesiones de un médico”, del doctor Jorge Pérez Ávila., de donde se extrajeron cuatro casos reales para dar forma al film que se ambienta en 1993. La historia sigue a una adolescente que -tras huir de su casa por los constantes abusos de su padre- conoce por azar a tres jóvenes roqueros que forman parte de una tribu urbana llamada frikis. A modo de escape de una realidad desalentadora, uno de ellos propone contagiarse de SIDA sabiendo que los pacientes infectados con el virus del VIH son enviados a un sanatorio donde cuidan de ellos, dan comida y techo.
La película revela a una nueva generación de actores que encuentra en Héctor Medina un claro representante. Con 21 años, graduado de la Escuela Nacional de Arte, tenía experiencia sólo en teatro cuando llegó al larguísimo casting de un año para hacerse con el personaje de Alejandro, quien se convierte en el apoyo de la joven protagonista y quien en definitiva propone una medida extrema.
“Fue un honor ser elegido porque en la película había también una gran representación de los mejores actores cubanos. Chijona decía que era la bienvenida de la vieja generación a la nueva generación porque estaba Jorge Perugorría o Luis Alberto García”, dice Medina sobre su intervención en un film donde se da una fusión generacional que evidencia el recambio del cine cubano.
Al ser consultado sobre su conocimiento del tema que retrata y la preparación para el rol, responde: “Conocía poco de la historia y también muy poco sobre el SIDA antes de llegar a la película. Para prepararme ví películas como ‘Philadelphia’, leí el libro ‘Confesiones de un médico’, visité el sanatorio donde vivían los pacientes con VIH y el hospital donde estaban ellos. Conocí gente que vivió ahí, frikis de los últimos que quedaban”.
“Boleto al Paraíso” recorrió varios festivales –desde Sundance hasta Cartagena pasando por La Habana-, siendo la cinta seleccionada por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) para festejar los 50 años de la institución, transformándose también en un suceso singular en Cuba.
“Tuvo aproximadamente un millón de espectadores”, apunta Susana Molina, vicepresidenta de Relaciones Internacionales del ICAIC, dando cuenta del éxito de otra de las producciones de la institución dedicada a la promoción del cine cubano.
Molina detalla: “Se presentó en todas las salas del país, que son aproximadamente 330. Esta película tuvo muy, muy buena acogida de público por el tema que trata y porque cuenta historias de vida que son reales, que transcurrieron en Cuba en el momento en que se produce una especie de boom o de mayor desarrollo de la enfermedad del SIDA, y donde tuvo un particular tratamiento con respecto al mundo entero, ya que los pacientes eran recluidos en un sanatorio para evitar la transmisión al resto de la población, para atenderlos y enseñarles cómo comportarse con el resto de la sociedad y no transmitir la enfermedad. Ese hecho de que fueran historias reales, bien contadas, porque la película tiene una buena factura y su dramaturgia tiene mucha comunicación con el público, hizo que la película tuviera ese estreno tan grande y la aceptación por parte del público”.
Mientras en la actualidad existe una proliferación de las tribus urbanas, en ese entonces los frikis eran rechazados por la sociedad de su época, en un momento bisagra de la Historia cubana reciente. “La historia que cuenta la película transcurre en un momento muy difícil de la sociedad cubana, que es lo que se conoce como el Período Especial, que es una crisis económica que afecta a Cuba después que se desarma el campo socialista, entonces Cuba tiene que reorganizar sus relaciones económicas internacionales y por supuesto las internas. En ese momento de crisis, donde había una gran pobreza, afloran no sólo problemas económicos sino sociales que antes no existían, empieza a aflorar con fuerza la prostitución, la droga, las disonancias dentro de la familia…en ese contexto transcurre la película”, explica Molina.
El film forma parte de una etapa de recuperación de la cinematografía cubana, donde se comienza a retomar el ritmo de producción habitual, con unos ocho largometrajes anuales. Para Molina, esto responde a dos motivos: “Se ha introducido el sistema digital para el rodaje de los films y existen además del ICAIC –que históricamente ha sido la productora más importante del país- otros productoras independientes que llevan adelante jóvenes egresados de escuelas de cine y están haciendo largometrajes asociados tanto con el ICAIC como con la televisión cubana, como con otras productoras extranjeras. De esta manera estamos logrando hacer más películas cada año”.