Cine Ceará 2012: “Distancia”, un viaje silencioso al corazón de Guatemala

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El guatemalteco Sergio Ramírez nunca pudo estudiar cine, y –a lo Tarantino- su trabajo en un video club le permitió alimentar su cinefilia. Becado para estudiar comunicación, la clase de audiovisuales y la posibilidad de empezar a hacer cortos con amigos –como Julio Hernández Cordón- completaron su formación empírica. “Distancia” es su opera prima, una road movie hecha con apenas 25.000 dólares, que actualmente participa de la competencia de largometrajes del 22° Cine Ceará.

“Distancia” es una pequeña, simple y sensible película que narra una historia que revela a “un país con muchos silencios y conflictos”. Sigue el periplo de Tomás Choc, un hombre que se dispone a recorrer un largo camino para reencontrarse con una hija que la guerra le arrancó durante 20 años; a medida que avanza el viaje se descubren las diferencias que predominan en el país.

Producida por Producciones Concepción y con participaciones en festivales como La Habana y Panamá, prepara ahora su estreno para el mes de julio en el ríspido escenario cinematográfico de Guatemala.

“Distancia” se basa en un hecho real a partir del cual se estructura esta historia que revela muchos aspectos de Guatemala, ¿cómo llegaste a este episodio que narras y por qué te interesó plasmarlo?
Fue en un documental donde conocí la historia real de Tomás Choc. En la vida real, él perdió cuatro hijos. A mí me conmovió la esperanza y el amor de él hacia su hija, a la que buscó durante tanto tiempo. Pero además me sorprendió cómo uno mismo, los guatemaltecos, no conocemos muchas historias que han pasado. Desconocemos mucho de lo que pasó en Guatemala. Entonces me interesó contarlo. El nombre “Distancia” se refiere no sólo a ese camino geográfico, sino también al largo camino hacia los sentimientos y la distancia cultural que existe en el país. Guatemala es un país con 24 idiomas, entonces hay culturas e historias muy diversas. Gran parte de los problemas que tenemos es que no nos entendemos, y más grave que eso, es que no nos interesa. De alguna manera, lo que intentamos con la película es contar una pequeña historia de las tantas que pasaron para provocar el diálogo y la discusión. Por esta historia de exclusión y represión somos muy introvertidos, no nos animamos a decir lo que realmente pensamos.

¿Te parece que eso repercute también en el cine que se hace y lo que se cuenta?
De las 15 o 20 películas que se han hecho hay de todo, cada uno encuentra sus motivaciones. Yo intento tener una visión crítica no solo de la sociedad sino también de mí mismo. El resto del cine guatemalteco –aunque no se puede generalizar- creo que está más en función del entretenimiento. Y eso es válido también. Lo que pasa es que recién estamos aprendiendo a vernos y escucharnos en el cine. La televisión con la que hemos crecido está doblada a un español que no existe, un español neutro que no es ni mexicano ni argentino, ni nada. Cuando la gente crece así, con ese referente, cualquier cosa distinta le parece extraña y mala, sobre todo. Lo que sí creo es que esas otras películas de entretenimiento –como son en un tono de comedia- lo que están logrando es que a la gente le empiece a gustar escucharse.

Como dices, Guatemala es un país que no tiene una tradición cinematográfica, tampoco apoyos para la producción, ni técnicos de cine con experiencia. En tu caso, ¿cómo armaste el equipo para el film y con qué referencias trabajaste?
Algunos miembros del equipo son egresados de San Antonio de los Baños y extranjeros. Eso es bueno y malo a la vez porque enriquece la visión de cada uno pero es difícil porque tienen que adaptarse y entender cómo funciona. En un país con cultura de cine, vos cerrás la calle y decís que estás filmando, y lo entienden y hacen silencio; en Guatemala, para la gente es la novedad y hacen más ruido. Cuando tenés gente de afuera es difícil que entiendan eso, por ejemplo. En cuanto a las referencias, si bien no tenemos una tradición en cine tenemos una tradición pictórica muy grande. En esta película, como la hicimos en digital con una cámara muy sencilla que no tenía ópticas para crear profundidad de campo, con el fotógrafo decidimos hacerlo lo más plano y fijo posible. Entonces la referencia fueron las pinturas naif de los indígenas guatemaltecos, que básicamente son hechas en dos planos que no contemplan tanto la profundidad de campo ni la perspectiva. Intentamos recrear a los personajes pequeñitos dentro de un paisaje muy grande, que también es un personaje. Como no hay una tradición cinematográfica, entonces se puede hacer todo. En ese sentido, hay mucha libertad.

Teniendo en cuenta las dificultades para hacer películas en Guatemala y a la experiencia con el recorrido de “Distancia”, ¿cómo te planteas la estructura de producción de tus nuevos proyectos?
Tengo dos proyectos escritos. Uno es “Todos Santos”, que es la historia de un guatemalteco indígena que vive ilegal en Estados Unidos y quiere regresar a Guatemala, pero tiene algunos asuntos pendientes con la ley; entonces necesita contratar a un coyote para regresar de Estados Unidos a Guatemala. La idea es filmar en Estados Unidos, México y Guatemala, así que necesito dinero. Lo estoy escribiendo, madurando, y la idea es aplicar a fondos. Mientras tanto quiero hacer otra película en diciembre. Es una película completamente urbana que se llama “1991”, que está ambientada en ese año, finales de la guerra, y tiene que ver con los adolescentes en Guatemala. Es la historia de unos amigos que no tienen nada que hacer, entonces su diversión es ir al centro a golpear a estudiantes de escuelas públicas. Esto evoca la diferencia de clases que hay, el odio y el germen de la violencia. Guatemala es un país muy violento porque esos adolescentes de entonces ahora son adultos que crecieron con la violencia. Voy a aplicar a Cinergia, ya tengo el equipo y amigos para hacerla. Así que la voy a hacer con lo que haya.

Hablando de amigos, la película tiene apoyo de Melindrosa Films, productora de Julio Hernández Cordón. ¿Es habitual este tipo de colaboraciones entre directores / productores para poder concretar los proyectos ante la ausencia de apoyos gubernamentales?
Sí, si no fuera así no se podría hacer. En Guatemala no hay plata pero hay esa libertad y todavía se pueden hacer películas sin dinero, sobre todo gracias al entusiasmo de la gente. Creo que hay muchas ganas de hacer cosas. Hay jóvenes que quieren aprender, como uno también aprendió. Esa colaboración es fundamental para que se pueda hacer cine. Estamos encontrando nuestra forma de contar y de producir también. Julio es también un referente que ha abierto muchas puertas.

¿Existe también esa colaboración o una intención de unirse para exigir cambios y apoyos gubernamentales?
Está la Asociación Guatemalteca del Audiovisual y la Cinematografía (Agacine), que ha intentado agrupar. Pero en esa parte, el trabajo en equipo, nos cuesta mucho organizarnos. Falta esa presión de grupo, hay que trabajar un montón de elementos, hacer lobby en el congreso, etc. Al final de cuentas somos todos realizadores y no tenemos esa parte buena para negociar y exigir. Y también pasa que Guatemala es un país con tantas carencias que no es fácil exigir dinero al gobierno cuando hay hospitales que no tienen medicinas. La prensa sacó notas diciendo que los cineastas querían que le patrocinaran su hobby, y esos medios son el referente de la gente. Yo creo que para tener Ley de cine nos falta unos cinco años. Tenemos que llevar cine a los pueblos, a los barrios, que la gente se de cuenta que lo que ve ahí le gusta, le interesa y lo representa, para que eventualmente cuando uno exija, la gente también te apoye. Falta que la gente se empiece a identificar. Y creo que tenemos que madurar bien la idea de qué es lo que queremos. Lo peor que te puede pasar es que sueñes algo y que cuando te lo den no sepas qué hacer.

Cynthia García Calvo