Desde Montevideo, por Camila Gabito El director brasileño João Moreira Salles fue el responsable de cerrar, el pasado 29 de julio, los talleres de DocMontevideo con una clase magistral acerca de su obra y metodología de trabajo. El taller tuvo la proyección del “Santiago” como punto de partida, un documental de 2007 que tiene que aborda el tema de la recuperación de la memoria a través de un proceso íntimo del director.
En 1993, Moreira Salles rodó una película sobre Santiago, el mayordomo de su familia, pero nunca terminó de editarla. Trece años después se reencontró con esas tomas y decidió retomar la película, como parte de una búsqueda por encontrarse a sí mismo en el presente mientras revisaba su historia. “Estaba en un momento difícil, con muchas dudas y quería contarme a mí mismo mi pasado. Yo soy un documentalista accidental, me formé en economía, no pasaba por mi cabeza hacer películas. No sabía si quería hacerlo o no, y ahí salió ‘Santiago’. Volver a ese material que casi me había olvidado que existía… Pensé que si volvía a pensar en él, en mi infancia, mi familia, mi juventud, mi profesión, podría ayudarme a organizarme”, confesó.
Durante la clase magistral, una de sus reflexiones más profundas tuvo que ver con su concepción de la fuerza narrativa de la forma. “La forma no antecede al film, nacen al mismo tiempo. Trato de pararme delante del objeto y preguntarme cuál es la forma que lo capta mejor”, explicó. “Cuando el director no tiene control sobre la forma del film, produce una mala sensación. Es importante que se vea que hay una decisión, el director debe tener dominio sobre su forma y estructura”, comentó. Al respecto, puso el ejemplo de su film “Nelson Freire”, en el que recorre la vida y obra de este pianista brasileño. La estructura de esta película es absolutamente molecular, es aleatoria, son pequeñas historias independientes sin un orden predefinido. “Necesitaba otro tipo de experiencia, más sensorial. No hubo rigidez en el proceso, la película estaba en estado líquido y eso no era un problema”, agregó.
Otro de sus films a los que dedicó un comentario extenso fue “Entreactos”, el documental en el que acompaña al expresidente de Brasil, Luís Inácio Lula da Silva, durante su campaña como candidato presidencial, a través de las reuniones, aviones, debates, momentos con su familia y aliados políticos. Durante el montaje, en un momento muy radical decidió pedirle al editor que retirara todos los eventos públicos que estaban filmados. En el mundo real, aquellos actos habían sido de una conmoción que tal, que con una sola cámara era imposible de captar, y solo quedaba como un registro periodístico que no contenía la fuerza del momento, no transmitía la experiencia. Por este motivo, “Entreactos está todo hecho de momentos que eran flojos cuando fueron vividos en el mundo real, pero que en el documental ganaban fuerza. La estructura se lo dio; la manera de construir la historia fue un razonamiento sobre el documental, no sobre Lula”, explicó.
“El compromiso es con el film y con el público, el resto se debe sacrificar a favor de eso”, dijo Moreira Salles en relación a aprender a distinguir que hay elementos que son importantes para los personajes pero no lo son para el film. Además, agregó que el espectador debe ser un problema: “no existe cine sin comunicación, ese es el verdadero desafío del realizador. Siempre hay una tensión entre el compromiso con el público y el compromiso con la obra.”
Con respecto a cómo trabaja, explicó que no tiene un método único porque todos sus films son distintos, pero hizo algunas precisiones generales, por ejemplo, para el momento de la edición. “Para que el montajista sea un interlocutor no puede estar en el rodaje”, afirmó. Si el editor se relaciona sólo con el material, puede ver con más objetividad lo que está allí y detectar sus carencias. La realidad suele ser muy fuerte en el momento del rodaje, pero esa fuerza puede no quedar registrada en el material, y eso sólo puede captarlo alguien que no haya estado en la filmación. También agregó, que en el momento de rodaje, “filmar bien es saber cuándo no filmar”, y criticó el hecho de que la tecnología digital anule la disciplina de decidir y reflexionar cada plano. “No hay que pensar que el video es ilimitado. 40 horas de material está bien, si se tiene la impresión y el coraje de que esas son las más ricas porque fueron pensadas y escogidas”, aconsejó.