Clare Weiskopf y Nicolás van Hemelryck, artífices de “Alis”, documental premiado en Berlín
Tras su bigalardonado estreno en la Berlinale, donde consiguió el Oso de Cristal en la categoría Generation 14+ y el Teddy Award, “Alis” ya se postula como uno de los filmes regionales del año. Dirigida y producida por Clare Weiskopf y Nicolás van Hemelryck (quienes debutaron en 2016 con la premiada “Amazona”), el documental da voz a 10 jóvenes que viven en un hogar de menores en Bogotá.
A través de la creación colectiva de una compañera ficticia cuyo nombre da título a la película, la dupla de cineastas habilita así que sus protagonistas, cuyos nombres nunca se revelan, elijan qué quieren ser, otorgándolas así el poder de la invención y de imaginar un futuro posible y deseable. Lo hacen con una propuesta formal austera y radical que logra tanto incomodar como universalizar las historias de sus protagonistas.
Producida por la colombiana Casa Tarántula en coproducción con la rumana deFilm y la chilena Pantalla Cines, la película concretó su esquema financiero a través de fondos internacionales como Sundance, Catapult, Ibermedia o IDFA Bertha Europe. En las etapas preliminares y finales, “Alis” recibió el apoyo del FDC en Colombia en su momento inicial, mientras que, en etapa de desarrollo, pasó por varios mercados y laboratorios como Campus Latino, DocMontevideo, La Fabrique Cinéma o When East Meets West. Su estreno en Colombia está previsto para octubre, aunque en Chile todavía no hay fecha confirmada. Además, el filme recorrerá varios festivales regionales e internacionales, incluyendo Hot Docs. La española Latido está a cargo de sus ventas internacionales.
Recién llegados del Impact Days en Ginebra, donde estuvieron trabajando la estrategia de impacto de la película, Weiskpof y van Helmeryck conversaron con LatAm cinema.
¿Cómo se fue dando el proceso de desarrollo para construir la forma de la película?
C. y N.: Fue un proceso largo que empezó en 2016, cuando nos invitaron a dictar un taller documental en este internado. Fuimos con la idea de “pobrecitas” y cuando llegamos nos cambió la perspectiva. Teníamos preparado un taller y hay que estar a su altura: si se aburren, se tiran en el piso sin ninguna pena a dormir. Entonces decidimos que ahí había algo, pero no sabíamos cómo contarlo, así que cuando se terminó ese contrato buscamos financiación para volver y seguir dando talleres. Cuando volvíamos, ya no estaban las mismas chicas porque es una población muy fluctuante, precisamente por esa inestabilidad de las familias. Pero siempre nos encontrábamos con estas mujeres y niñas increíbles. En uno de los ejercicios que hicimos, les pedimos que escribieran una historia ficticia. Las historias siempre eran fantásticas, se imaginaban cosas muy locas pero rápidamente volvían a su entorno. Eso nos dio la idea de crear a Alis. Empezamos a hacer ejercicios con este personaje ficticio, a ver si funcionaba. Teníamos claro que no podía ser amarillista. Básicamente, con la película quisimos transmitir lo que nos pasó: cómo trascender el prejuicio y pasar de la lástima a la admiración.
¿Y cómo se fueron dando los pasos hasta el rodaje?
C. y N.: En 2018 hicimos un rodaje de investigación y fue impresionante cómo se conectaron con Alis, el dispositivo funcionó perfectamente. Ahí empezamos a buscar financiación. Estuvimos mucho tiempo escribiendo la estructura de la película. con la guionista trabajamos un guion de preguntas a partir del material que filmamos en ese primer ejercicio de investigación. Porque muy rápidamente, por cómo estaban planteadas las preguntas, ellas se iban al lado trágico de la historia. Nos dimos cuenta de que era muy importante darle mucho más espacio al lado luminoso. El rodaje se hizo en dos semanas, fue muy concreto, como un rodaje de ficción, ya habíamos trabajado muchísimo y conocíamos la población. Incluso pensamos que íbamos a hacer otros rodajes después, pero el material que teníamos estaba increíble para hacer ya el montaje.
¿Cómo fue la elección de la propuesta formal?
N.: El dispositivo que usamos es un dispositivo de reflejos: lo que queríamos era mirarlas a los ojos. La decisión de usar una sola cámara, un solo lente y un solo encuadre era muy radical. El camarógrafo y el editor nos decían que era muy riesgosa, nos sugirieron llevar una segunda cámara, pero queríamos que el espectador las mirara a los ojos durante toda la película. No hay manera de evadirles la mirada, que es lo que hacemos en la calle cuando no las queremos ver porque nos hacen sentir incómodos. Lo que hicimos después fue reencuadrar en montaje. Teníamos que hacer algo que en el montaje nos diera la libertad narrativa de encuadrar como mejor funcionara.
Se siente muy valioso el manejo de los tiempos en la escena y cómo deciden repreguntar o esperar y mantener los silencios. ¿Cómo trabajaron esto?
C.: La clave fue el desarrollo, entender muy bien cómo eran éstas niñas y entrar en confianza. El primer día empecé a hacer las preguntas atada al guion que había trabajado con la guionista y no funcionaba. Claro, porque yo estaba tratando que la estructura estuviese hilada, pero no estaba con el corazón ahí. Entonces botamos el guion y fluyó mucho mejor, fue una experiencia emocional tan intensa para mí como para ellas. Creo que si una no pasa por eso, no logra nada. El ejercicio que hicimos fue aprender el valor del silencio. Tratamos de no interrumpir, que ellas tuvieran el tiempo de hablar y de terminar la idea. Además, con todo el equipo, en la preproducción, tuvimos una formación con una psicóloga especialista en traumas, yo no quería que ellas entraran en un lado oscuro y yo no saber cómo sacarlas, y también para que ellas tuvieran herramientas de poner límites.
Con 'Alis' queremos abrir la conversación sobre la niñez y la adolescencia, parecen temas secundarios pero es ahí donde empiezan a escalar todos los conflictos, como el armado.
La película logra una intimidad muy profunda con unas adolescentes que, a priori, son inaccesibles, ¿cómo fue el trabajo para lograr esa cercanía?
C. y N.: Así como el equipo de rodaje tuvo un acompañamiento terapéutico, las chicas tuvieron tres sesiones de teatro terapéutico con la experta Maia Landaburu. La primera, al principio del rodaje, fue más bien lúdica. La segunda fue después de la creación de Alis, para que ellas compartieran sus propias Alis; esa sesión fue muy linda porque tienen una coraza muy dura y en esa sesión se abrieron entre ellas. La última sesión fue al final del rodaje para despedir a Alis y desearle algo para el futuro. Otra cosa importante es que elegimos grabar la película en su cuarto, la luz era un desastre porque cambia cada cinco minutos y el sonido era terrible porque está al lado del aeropuerto y pasaban aviones todo el tiempo, pero nos pareció que era más importante lograr esa intimidad. También por eso decidimos que el equipo fuera lo más chiquito posible.
El proyecto participó en varios laboratorios de escritura y desarrollo, es algo que a veces se critica por la posible contaminación, ¿qué les parece?
C. y N.: Nos gusta mucho participar en talleres con nuestros proyectos. Aunque nunca hagas caso de lo que te dicen, el proyecto siempre crece. Nos gusta mucho que nos confronten, teníamos mucha claridad sobre qué queríamos que fuera la película, pero no tan claro cómo hacerla. Los talleres nos ayudan a que la película exista, es muy importante que las películas crezcan en campo, pero también en la industria. Yo siempre he creído que los talleres de largo recorrido y que mantienen los mismos tutores son los más valiosos, porque te da tiempo a trabajar en el proyecto y volver. También es muy rico cuando son en Latinoamérica, creemos mucho en la importancia de conocernos en la región y no tener que ir a Europa o a Estados Unidos para encontrarnos. Campus Latino fue muy importante, y también el Pitching de DocMontevideo, ahí el proyecto llegó más avanzado y fue a pulirse.
En términos de producción, ¿pueden contar un poco el esquema de coproducción internacional?
C. y N.: Ya habíamos hecho dos coproducciones antes y fueron experiencias difíciles. En este caso, al ser una película tan chiquita y arriesgada, el equipo era muy importante y no queríamos coproducir con alguien a quien no conociéramos. La primera que entró fue Alexandra Galvis de Pantalla Cine de Chile y su participación fue súper importante, ella es distribuidora y su visión aportó mucho. Con Radu ya teníamos una buena amistad. Él entró casi al final y consiguió varios fondos en Rumania, el Bertha Fund Europe, y el apoyo de una empresa de postproducción rumana. Obviamente tuvimos discusiones, pero siempre con una confianza total en el proyecto y creyendo en nosotros. Y también aportaron mucho apoyo creativo, que es muy importante.
La película recibió varios fondos internacionales, ¿qué tanto significaron estos fondos para la película?
C. y N.: Sundance y Catapult fueron fundamentales porque le dieron credibilidad a un proyecto que estaba siendo muy difícil de financiar, era un proyecto raro y riesgoso. En Colombia fue muy difícil conseguir apoyo, recibimos el fondo para desarrollo del FDC pero entonces la película no tenía nada que ver a la que terminamos haciendo. Casi al final conseguimos el fondo colombiano. Catapult fue bonito porque también nos apoyaron mucho en la parte creativa y de conexiones.
¿Pueden contar brevemente su plan de distribución de impacto para la película?
C. y N.: La idea siempre fue hacer algo más, era un poco injusto pensar solo en la película. Nuestra idea es crear un espacio físico de transición en Bogotá en el que las chicas reciban apoyo psicosocial cuando cumplen 18 años y abandonan la institución. Esos seis primeros meses son fundamentales para no volver a las dinámicas anteriores. No queríamos hacerlo solos y nos aliamos con la Fundación Tiempo de Juego que trabaja con esta población. El plan es que cuando estrenemos en octubre, la casa ya esté funcionando. También nos aliamos con la Universidad de Los Andes, que hará una medición de impacto para ver si es posible replicarlo en otras regiones en Colombia y, ojalá, en otros países. Además, queremos abrir la conversación sobre la niñez y la adolescencia, parecen temas secundarios pero es ahí donde empiezan a escalar todos los conflictos, como el armado.