David Bisbano, director de la película de animación “Dalia y el libro rojo”
Tras su estreno mundial en el Festival de Sitges, “Dalia y el libro rojo” de David Bisbano llegó a unos 80 cines de Argentina distribuida por Moving Pic. Diez años después de “Rodencia y el diente de la princesa”, el cineasta regresa con un filme coproducido entre las argentinas Vista Sur Films, Mi Perro Producciones y Filmsharks, la peruana Golem Studios, la brasileña Cinefilm, las ecuatorianas Matte y Doce, la colombiana Signos y la catalana Mr.Miyagi Films.
Orientada al público familiar, “Dalia y el libro rojo” está protagonizada por una adolescente inquieta que debe escribir el final de un libro que su padre dejó inconcluso cuando falleció. Si no logra completar la historia, los personajes del libro amenazan con tomar el control y dejarla allí atrapada. Tras su estreno en Argentina, la película llegará a España (25 de octubre, Alfa Pictures), Perú (31 de octubre, Tondero Distribución), Ecuador (7 de noviembre, Matte CG), Brasil (14 de noviembre, Star Distribution) y Colombia (inicio de 2025).
Con cerca de siete años de producción a sus espaldas, el film combina diversas técnicas de animación, incluyendo stop-motion, CGI y 2D, además de 3D Unreal Engine. Tras varias pruebas, Bisbano y el equipo de “Dalia y el libro rojo” llegaron a un desarrollo particular que fusiona la realización de decorados e iluminación propios del stop-motion con personajes diseñados y animados en CGI. El resultado es una película en la que no se perciben las fronteras entre las distintas técnicas de animación, sino que se integran para contar una historia de aventuras que propone “un homenaje a la creación”.
LatAm cinema conversó con David Bisbano pocos días antes del estreno en Argentina.
¿En qué momento decides que te gustaría hacer esta película? ¿De dónde surge la idea?
Cuando terminé de estudiar cine, hice una listita de pelis de diferentes géneros que quería hacer, terror, ciencia ficción, etc; la de animación que anoté fue "Dalia", que en ese momento se llamaba “La ciudad maldita”. La vida me llevó por otros caminos y terminé haciendo dos pelis antes, en las que aprendí muchísimo. Cuando retomé el guion de Dalia, lo adapté con todo lo aprendido. Hice un cambio fundamental de las maquetas, pero aparte había escrito un guion que no me terminaba de cerrar del todo. Me di cuenta de que Dalia necesitaba un compañero que no estaba en esa primera versión y ahí me acordé de Cabra, un personaje que tenía para otra historia y lo traje a este guion. Cuando lo traje, pensé que acababa de rescatar un personaje del cajón que estaba ahí hace diez años, y me pregunté qué pasaba con esos personajes cuando uno escribe y los abandona, qué hacen esos personajes. En ese momento el guion giró y empezó a hablar sobre por qué escribimos, qué son los personajes para nosotros, cómo nos acompañan, cómo los creamos, por qué los creamos. Y ahí la película cambió de incentivar a los chicos a leer a incentivarlos a crear personajes, historias y a hacer su propio mundo.
Fue un proceso de producción muy largo, ¿cómo fue el trabajo en cada etapa?
Hice como quince versiones del guion, la idea fue mutando a lo largo del tiempo. Mientras escribo, dibujo. Cuando me imagino un escenario empiezo a dibujar y eso me ayuda mucho a escribir, porque hago los planos y casi que ya voy armando el diseño de producción: cuánto de ese decorado voy a usar, qué se tendría que ver, qué es lo importante. Eso llevó un par de años. Después, por una cuestión romántica, como Adolfo en la peli, decidí que iba a hacer el storyboard a mano, con tinta china. Y ahí me embarqué en un viaje de siete meses y 700 páginas, de la primera toma a la última. Luego en Golem hicieron el animatic 3D del storyboard. Grabamos unas voces referenciales con los diálogos aproximados y con ese animatic armado y ya sabiendo la duración de la peli, grabamos las voces originales. Eso es lo que le mostré a los actores de voz para que ellos vieran las escenas y las actuaran. Eso estuvo buenísimo, porque cuando hice “Rodencia y el diente de la princesa” no tenía ese material y les tenía que explicar. Acá lo veían y entendían rápido cómo crear la actuación. Después empezamos a hacer las maquetas y a animar, que nos llevó como tres años, porque al principio éramos cuatro personas, dos animando y dos haciendo las maquetas y filmando.
¿En qué momento cambia ese esquema?
Empezamos a conseguir apoyos de otros países, se fue sumando Matte de Ecuador, Signos de Colombia, después se sumó Mr. Miyagui de España y por último Brasil. Brasil, que entró a través de la distribuidora Star+, que fue un apoyo enorme y pudimos crear un equipo grande. Entonces armamos este engranaje de hacer una maqueta, animarla, iluminarla, render, postproducción, y se iban sacando las escenas. Eso duró un año y medio y terminamos la película. Siempre decimos que tardamos siete años casi en hacerla, pero durante tres años éramos cinco personas y avanzábamos de a poco, pero eso nos ayudó a mostrar escenas casi terminadas y a que entraran fondos y productoras como Matte o Signos, que se enamoraron del proyecto y colaboraron como inversión privada. Yo estoy súper agradecido con ellos y súper contento, porque también tienen una película, "Dalia" no es solo argentina, también es ecuatoriana, es colombiana, es un poquito de todos.
Tras varias pruebas, Bisbano y el equipo de “Dalia y el libro rojo” llegaron a un desarrollo particular que fusiona la realización de decorados e iluminación propios del stop-motion con personajes diseñados y animados en CGI.
Justamente sobre la coproducción, ¿cómo ha sido el esquema?
Desde el minuto cero estaba Golem. Nos juntamos en un Ventana Sur y les propuse coproducir la película, pero coproducir de verdad, no hacer un servicio y solo coproducir de nombre. Les gustó lo que tenía hasta ese momento y empezamos, yo hice la parte de maquetas y Golem los personajes CGI. Después entró Matte, conocí a Ichi [Aguilar] en un festival en Perú y me pareció increíble su corto, así que le propuse hacer la postproducción.
Cada vez que se rendereaba algo, se lo mandábamos e íbamos ajustando. Luego entró Signos con toda la parte del Unreal, escaneamos las maquetas y se las mandamos para hacer la ciudad interminable. Luego entró España, David Matamoros y Ángeles Hernández venían de hacer “Hannah y los monstruos” y ya tenían un equipo de animación. Después, en Brasil, entró Disney a través de Guido Rud, el vendedor internacional de la peli. Ese fue un trámite mucho más largo, porque al principio querían que la película fuera más graciosa, que cantaran y cosas así, y yo no accedía. Y bueno, en un momento dijeron que iban a apoyar el proyecto tal cual. Brasil también aportó animadores y también hicieron su doblaje y toda la parte más de formal de producción. Todo lo hicimos por Discord, a distancia. Fue un trabajo difícil, porque yo estaba en casa, con los chicos que venían a hacer las maquetas, y todo el equipo estaba en otros países, Colombia, Brasil, España, México, Francia, Ucrania.
Respecto a la mezcla de técnicas, ¿cómo surge esa idea? ¿cómo ha sido el proceso?
Pues llegamos a esto por frustración. A mí los escenarios me encantan, diseño casi todos los escenarios de mis películas, es algo que disfruto casi más que los personajes. Cuando hice “Rodencia…”, los escenarios fueron algo que me frustró mucho, pensaba que podían quedar mejor. Con la computadora todo es perfecto y romper cosas, hacer basuras, suciedad, una telaraña, es muy difícil, son ocho mil horas para un fotograma y no queda bueno. Me acuerdo un día clave, que me estaban mostrando un bosque y no me gustaba cómo quedaba la luz en los árboles. Y yo miraba por la ventana y decía, ahí hay un parque, ¿por qué no vamos a filmar al parque y metemos al muñequito? Y me decían: “no, porque somos una empresa de 3D”. Y yo pensé “yo no soy un director de 3D, yo hago películas, no estoy atado a un formato, puedo filmar con cualquier cámara según lo que cada proyecto pide, no voy a estar atado a este formato, a esta técnica”. Ese día pensé en probar a hacer maquetas para los decorados y darles los personajes a la computadora. Por otro lado, me encanta dirigir en animación CGI, a mis actores CGI, porque es algo súper rápido y súper directo, es muy dúctil, casi como un actor, nada que ver con el 2D o el stop-motion, donde un cambio implica hacer todo de nuevo. Empezamos a pensar en cómo sería la iluminación y para probar hicimos el corto “El tambor y la sombra”. Lo hicimos muy rápido y quedamos asombrados de cómo quedaba, ahí empezó ese proceso con "Dalia".
¿Qué balance haces de esta experiencia?
Súper positivo, quedó mucho mejor de lo que imaginaba y me encantó hacerlo. Creo que el resultado es muchísimo mejor que el CGI, creo que no volvería a hacer una película completamente en CGI, no veo por qué lo haría. A los personajes, por ejemplo, pudimos ponerles muchísimos detalles, porque era lo único que íbamos a renderear, que es el gran problema de la computadora, el tiempo de render. Todo era real menos los personajes, así que los creamos para que parecieran reales, no muñequitos. Entonces trabajamos las proporciones, la tela, las costuras grandes, esta mezcla como stop motion pero en CGI, un montón de cosas técnicas que hacen que ahora la gente, cuando la ve, no identifica bien la técnica. Pese a que en la película hay toda la animación que conozco, para mí no importa qué técnica es cuál, es una película. Y hoy en día tengo las maquetas en mi casa y eso me encanta, de “Rodencia…” no tengo nada, está todo en la compu.
La película se estrenó en Sitges y ahora va llegando a todos los países coproductores. ¿Qué esperas que suceda con la película ahora que empieza el recorrido?
Queríamos estrenar todos al mismo tiempo o lo más cerca posible. “Rodencia…”, por ejemplo, se estrenó en Perú y recién a los dos años se estrenó Argentina, y eso fue rarísimo para mí. En Sitges fue el estreno mundial, yo no pude ir, pero David y Ángeles me contaron que fue muy emocionante. Ellos están súper contentos y para mí eso es muy importante, que todos los que participen estén orgullosos y contentos con la peli. La avant premiere en Buenos Aires fue muy emocionante y después de la peli vinieron un montón de niños con ganas de crear, de animar, de dibujar, de escribir. Más allá de que, obviamente, queremos que sea un éxito, que la vea mucha gente, también quiero que sea una peli que te quede, una historia que después la recuerdes y, con mucha suerte, que te inspire a hacer tu propia peli, tu propio cuadro, tu propia novela, un dibujo, lo que sea, pero que te dé ganas de crear.
Desde tu perspectiva, ¿qué elementos hay que tener en cuenta a la hora de hacer una película para público infantil?
Los chicos son mucho más inteligentes de lo que uno piensa, es el público más honesto y difícil que vas a tener. Si no les gusta, se van a ir sin ningún pudor, pero si les gusta, su respuesta va a ser con mucha gratitud. Lo más importante es ser muy cuidadoso en el mensaje que se quiere dar, sin dejar de ser divertido y entretenido. Es como cuando le hablás a un niño, hay que hablarles muy claramente, porque si lo interpretan mal, ya queda esa idea equivocada. En “Rodencia”, por ejemplo, la idea que yo tenía era “vos podés, cree en vos, va a ser difícil, va a haber momentos que te va a costar, que nadie va a creer en vos, pero sé bueno, hacé las cosas con amor y tal vez te salgan”. O sea, no es que todo va a salir bien siempre, pero es mejor estar del lado de la luz que del lado de la oscuridad. Y hay que dar esas razones, pero hay que hacerlo a través de las acciones, lo que más ven es lo que hacés, no lo que decís, las consecuencias de las acciones.
¿En qué estás trabajando ahora?
Fuera de la animación, estoy trabajando en una serie de crimen y suspenso. Yo digo que es una mezcla entre Agatha Christie, Alien y “La cosa” de Carpenter. Empezamos a filmar en 20 días. En paralelo estoy trabajando en la serie de “Dalia” con parte del equipo que hizo la película. La idea es hacer episodios que puedan desarrollarse en diferentes productoras de Latinoamérica, con su estilo y su impronta. Ya tenemos los diseños de los personajes, varios guiones, y ahora quiero armar un piloto y salir a buscar apoyos y socios.