Gabriel Osorio, director de “Historia de un oso”, ganador del Oscar 2016 al mejor cortometraje de animación
En 2008, Gabriel Osorio, Pato Escala, Antonia Herrera y Mari Soto-Aguilar deciden crear una productora de animación, Punkrobot. El objetivo era realizar animación con la mayor calidad posible dentro de los acotados presupuestos para las producciones de animación en Chile. Sus primeros pasos fueron series para el público infantil, “Flipos” y “Muelín y Perlita”. En paralelo, realizaban trabajos ajenos que les permitían desarrollar sus proyectos personales. El pasado domingo, el cuarteto subió al escenario del Teatro Dolby de Los Ángeles para recoger el premio Oscar por “Historia de un oso”, ganador en la categoría de mejor cortometraje animado. La estatuilla dorada fue el reconocimiento final para una obra de largo aliento, esmerada, artesanal, que hizo un auténtico trabajo de hormiga para llegar hasta Hollywood. LatAm cinema habló con Gabriel Osorio, director y guionista de “Historia de un oso”.
¿Cómo surge “Historia de un oso”?
Siempre tuve la idea de contar una historia inspirada en mi abuelo. La historia del exilio de mi abuelo era algo que estaba procesando como para llegar a saber cómo expresarla. Siempre fue una metáfora sobre los militares, pero no quería ser literal. Entonces surgió la idea de que no fuera una persona, sino un animal. Inicialmente era llevado a un zoológico, pero luego avanzó a la idea del circo. Le propongo la historia al resto de fundadores de Punkrobot y a todos les gusta. Sumamos a Daniel Castro, con quien estaba trabajando en los guiones de “Muelín y Perlita”, y trajo muchas cosas positivas que terminaron de armar la historia.
¿Qué lugar le das a la narración en relación a la calidad visual?
Para mí la narración de “Historia de un oso” es visual. Por eso no tiene diálogos. Las películas de animación que me gustan se narran a través de imágenes. Puede tener que ver un poco con mi formación de pintor. Yo busco con una imagen transmitir una idea, darle al espectador algo para interpretar. Cuando haces una pintura queda harto espacio para la interpretación de quien lo está mirando. Eso busqué en “Historia de un oso”, dar ese espacio pero tampoco que sea tanto como para que te pierdas la historia. Para mí la historia es lo más importante, pero es la imagen lo que te hace entenderla de una u otra manera. Una de mis grandes influencias fue “Maus” y también el trabajo en novelas gráficas de Shaun Tan.
¿Cómo fue el financiamiento del cortometraje?
En 2011, en paralelo a la realización de la serie “Muelín y Perlita”, postulamos “Historia de un oso” al Fondo Audiovisual. Ganó el financiamiento, que eran alrededor de 25.000 dólares, y con eso partimos. Pensamos que con ese dinero podríamos hacerlo pero mi ambición en términos visuales superó al presupuesto y se extendió el tiempo de realización. Así que trabajábamos en la serie y en publicidades para mantener al equipo y reunir un mayor presupuesto para realizar el corto, que terminó costando alrededor de 40.000 dólares. Terminamos el corto a principios de 2014. Se extendió tres años el proceso de desarrollo, pero creo que si tomo solo los momentos en que nos dedicamos a ese trabajo en puntual tomó un año.
Para mí la narración de “Historia de un oso” es visual, por eso no tiene diálogos. Las películas de animación que me gustan se narran a través de imágenes.
Comentas que el corto fue creciendo en ambición artística. ¿Cuál fue el concepto original y cómo fue modificándose en el proceso de realización?
Lo primera que visualicé son los muñecos de metal. Luego llegó la idea de pensar quién fabrica estos muñecos, que además era como verme a mí mismo en mi rol de animador. El oso es un animador, es un narrador audiovisual. Cuando decido mostrar esta parte, el corto se vuelve mucho más grande y el doble de complejo. Era dos cortometrajes en uno. Hay un mundo de lata donde todo tiene un look y el mundo real que tenía otras dificultades técnicas. La producción la separamos en dos. Una era el mundo de los muñecos, que lo tuvimos listo a finales del 2011. Pero fue el mundo real lo que costó mucho más y te diría que hasta esperamos a que avanzara la tecnología para poder tener mejor calidad a menor costo para completar esa parte. Fue como que tuvimos que esperar el momento exacto para poder realizarlo.
Cuando terminaron el corto, ¿eran conscientes del potencial que podía tener?
Cuando estábamos haciendo el corto no tenía ninguna expectativa. Llegué a un punto en que ya no sabía si se entendía la historia. Entonces la última de mis preocupaciones era pensar en cómo le iba a ir en festivales y esas cosas. Todo lo que pasó fue una sorpresa. Para mí se trataba de poder contar esa historia que me daba vuelta desde hacía tanto tiempo. En cambio Pato, ya cuando estábamos en producción viendo la animática dijo: “Con este corto vamos a quedar nominados a un Oscar”. Y lo logró.
Más allá de la calidad que pueda tener una obra, es indispensable su circulación y difusión para lograr un impacto como el que tuvo “Historia de un oso”. ¿Tenían una estrategia de distribución para poder insertarse en un plano internacional?
Eso es un logro de Pato. En Chile hay muchas producciones de animación que son súper buenas pero que no tienen el trabajo de distribución que tuvimos. Pato lo puso en 300 festivales, en los festivales más importantes del mundo. Antonia también siempre estuvo muy comprometida con la parte de mostrar la película. Yo soy el que se lleva los aplausos pero si no fuera por ellos, la película tal vez estaría todavía guardada en un disco duro.
Hace muchos años que te dedicas a la animación, ¿cómo analizas este momento de la animación chilena?
Estoy en esto hace quince años y veo que va en una clara curva ascendente. Está ganando fuerza en cantidad y calidad. La calidad ha aumentado muchísimo. Eso creo que tiene que ver con la aparición de la carrera de animación en diferentes universidades, entonces se ha ido profesionalizando. Antes, hacer animación era como un hobby. Aprendías en el camino. Me he dado cuenta que lo que yo tardé seis años en aprender, ahora mis alumnos la aprenden en un año medio o dos. Llegan más rápidamente a un buen nivel, por lo cual tenemos mejores profesionales. Veo un futuro súper auspicioso para la animación chilena.
Foto portada: CinemaChile