Julián David Correa, nuevo director de la Dirección de Cinematografía de Colombia
Un gestor cultural y servidor público. Así se define Julián David Correa, el nuevo director de la Dirección de Cinematografía de Colombia desde el pasado 8 de octubre, sucesor de Adelfa Martínez, quien ostentaba el cargo desde 2010. Psicólogo de formación, escritor y realizador audiovisual, Correa no es nuevo en la Dirección de Cinematografía: integró el equipo que la diseñó, tras aprobarse la Ley de Cultura en agosto del 97; y estuvo al frente de la coordinación del Grupo de Formación en dicha entidad. También dirigió y gestó el nuevo proyecto de la Cinemateca de Bogotá, que se inaugura el próximo mes de marzo.
El actual director de la cinematografía también tiene un pasado alejado de las oficinas: trabajó durante varios años en programas de desarrollo en zonas de conflicto de Colombia. Desde principios de los 90 escribe en publicaciones vinculadas al cine, como Kinetoscopio o Cinémas d’Amérique Latine, y esa vena de la escritura dará nuevos frutos en los próximos meses, cuando lanzará tres libros, incluyendo “Cines que cambian el mundo” (Cinema 23 y Conaculta), una recopilación de crónicas de cine latinoamericano.
En el marco del Festival de Cali, LatAm cinema conversó con la nueva autoridad cinematográfica colombiana a un mes de su asunción sobre los desafíos del nuevo cargo.
¿Cuáles son los principales desafíos de esta nueva etapa de gestión?
Lo primero que tengo que hacer es defender los logros, sin ninguna duda, esa es mi primera labor, y no solo mía, porque este trabajo es prestado, la vida es prestada y un trabajo en el Estado mucho más; o sea tiene que ser una labor de todos los que trabajamos por el cine colombiano desde la posición que tengamos.
Entonces, ¿cuáles son los logros?
En 20 años y un cachito, Colombia ha creado una constelación de instituciones públicas y privadas como nunca antes para el desarrollo del cine, y desde el 2003 hasta ahora se ha hecho más cine que en más de 100 años de historia del cine colombiano.
Los números son importantes, pero cuando uno piensa que hasta el año 96 el cine colombiano era básicamente un cine de mestizos que hablaban castellano, con pequeñas excepciones como la serie de documentales “Yuruparí” de Gloria Triana, que mostraron Palenque por primera vez. Este es un país donde nos hemos inventado más de 300 ritmos y se hablan 70 idiomas, o sea, el cine colombiano no representaba a los colombianos. El año pasado se estrenaron dos largometrajes hechos en San Andrés y Providencia que son Antillas Colombianas, hablados en inglés creolés. La diversidad del patrimonio cultural colombiano se empieza a representar cada vez con mayor fidelidad y solo eso me parece que es un logro enorme. Estamos haciendo obras de arte y obras televisivas y populares. Estamos haciendo una memoria de nuestras contradicciones, con películas como “El silencio de los fusiles” o como “Ciro y yo”, pero también nuestras contradicciones individuales, como “Amazona”.
Luego está el tema económico, los ingresos que se están generando interna y externamente. Si ves la Ley de Locaciones Colombia que tiene una bolsa de reembolsos a los gastos de rodajes internacionales, te puede parecer un poco extraña; pero luego te das cuenta que la cantidad de seres humanos que está trabajando en esos rodajes es impresionante, que además es la misma gente que hoy está haciendo el cine colombiano.
Además de defender los logros, ¿qué otros objetivos te planteas?
Lo segundo es la adaptación y transformación. A lo largo de estos años se han hecho cosas maravillosas, pero tenemos que revisar nuestros instrumentos estatales, no porque se haya hecho mal trabajo, porque se hizo fue un trabajo extraordinario que debería ser ejemplo en el mundo entero; pero las cosas no son como en 1996.
Lo tercero es abordar la circulación de nuestro cine. En 2017 se estrenaron 48 largometrajes nacionales en salas comerciales, y todo el cine colombiano hizo menos en taquilla que “Rápidos y furiosos 8”, y eso es una puñalada terrible. Estamos analizando con el equipo otros modelos, y estamos considerando el estímulo a sistemas alternativos de circulación, que son físicos pero también pueden no serlo. Esto es algo que está incluido como meta del gobierno, el apoyo a infraestructuras culturales. Hay que ver cómo esos espacios de exhibición pueden tener un cierto nivel de autonomía y pagar por las películas. El otro tema es Retina Latina, una iniciativa maravillosa. Vamos a explorar cómo podemos expandirnos, y Retina Latina tiene un potencial enorme, no solo para el consumo individual sino también colectivo, por lo que se conecta con las salas.
La cuarta está vinculada a un programa que nació cuando entré en la dirección de la cinematografía en el año 98, Imaginando Nuestra Imagen, INI. El cine sí cambia el mundo y cambia la vida de personas concretas. Allí se formaron cineastas como Iván Gaona o Iván Reyes, pero también construyó redes interinstitucionales para el apoyo de proyectos audiovisuales.
El último tema, totalmente estratégico, es construir vasos comunicantes con las regiones de Colombia, y no de acá para allá sino de ida y vuelta. Eso implica trabajar no solo con gestores culturales, también con las Cámaras de Comercio y con los empresarios; para construir esta labor de economía creativa y naranja, que tiene sentido, además de en lo económico, porque soporta otras cosas, la vida de la gente, la espiritualidad, la memoria, la identidad nacional que siempre estará en tránsito y que habita nuestras imágenes en movimiento.
En 20 años, Colombia ha creado una constelación de instituciones públicas y privadas como nunca antes para el desarrollo del cine, y desde el 2003 hasta ahora se ha hecho más cine que en más de 100 años de historia del cine colombiano.
¿Se proyecta algún cambio en el Fondo de Cinematografía?
Está en debate. Después de la reunión del Consejo en Cali, que se ha desarrollado durante dos días, la próxima semana tenemos siete mesas de trabajo del Consejo, divididas por áreas. Es una metodología participa muy chévere: si diseñas políticas públicas con la gente que se va a ver afectada por eso, es mucho más complicado, pero existe la posibilidad de que te equivoques menos. Luego tenemos otra tercera reunión para tomar decisiones en la primera semana de diciembre.
¿Qué temas están en discusión?
Hay varios temas sobre la mesa. Hay uno que se ha discutido desde diferentes lugares, sobre todo de parte del sector creativo: el estímulo específico para la comedia en Colombia. Hay una razón económica para eso, en 2016 el 23% del cine colombiano eran comedias, pero coparon el 90% de la taquilla. Y claro, si la taquilla alimenta el FDC, pues es claro. Pero es un debate muy interesante.
Otro tema es el estímulo integral, una idea muy sólida: estimular una producción colombiana con valores de producción altos, pero además con un retorno alto de la inversión. El problema es que eso nunca ha pasado: no se llega a la taquilla esperada, que es por encima del millón de espectadores. Entonces con lo que podrías estimular a muchas películas estás estimulando a una sola.
También ha habido un proceso maravilloso que es la convocatoria de los Relatos Regionales, y vamos a debatir cómo continuarla. Estamos aquí para hacer cine no solo bogotano, no solo paisa, sino colombiano, con lo que sea que sea eso. La clave acá creo que estará en la formación, hay que trabajar en la formación de los seres humanos.
También, después de la investigación que hice con la asociación de guionistas estoy todavía más convencido de que hay que poner el foco en los guionistas y el desarrollo conceptual. Hay leyes maravillosas, como la ley de locaciones, que benefician a todos los técnicos, excepto a los guionistas. Se han hecho inversiones para la escritura y reescritura, con asesorías con tutoras como Lucrecia Martel, pero hay que seguir trabajando. Es muy difícil alcanzar un nivel profesional cuando escribir guiones no es la labor a tiempo completo, hay algunos que sí, como Jacques Toulemonde, pero no es la norma.
Colombia ha ejercido un liderazgo en el plano internacional de la región, con proyectos de integración como Retina Latina o al frente de la Secretaría de la CAACI. ¿Cómo se proyecta en este ámbito?
Sí, yo creo que ha habido una suerte de liderazgo en Colombia a nivel regional, esto ha sido porque hemos pensado en lo local profundamente, no hemos querido ser Hollywood, ni Francia, ni España, hemos pensado localmente con lo que tenemos aquí. No es una meta en sí misma tener un lugar de liderazgo, sí lo es seguir desarrollar acciones como Retina Latina, o seguir trabajando Ibermedia y la CAACI para seguir fomentando instrumentos que han sido imprescindibles en el desarrollo de nuestros países. Hemos visto también que en el caso particular colombiano hay muy pocas coproducciones con Brasil, hay un par de películas ahora, “Los silencios” y “El susurro del Jaguar”, pero para nosotros es muy interesante trabajar con Brasil, tanto en términos estéticos como de mercado.
¿Cómo entiendes el cine?
Yo creo que las artes son sin duda algo que enaltece el alma, son sin duda algo que no es tan difícil de cuantificar, y es esa posibilidad de encontrarnos con algo bello y trascendente en la mierda de la vida cotidiana, sobre todo en un país en guerra. Los seres humanos somos caníbales que de vez en cuando escribimos poesía, y uno debe tomar la decisión: ¿me alío con el caníbal o con el que escribe poesía? Yo me alío con la poesía, por más que seamos caníbales.
Pero además de esos valores, yo creo que el cine cambia el mundo. Y la ecuación es elemental: el cine cambia el pensamiento, y solo un pensamiento nuevo puede cambiar el mundo. No hay otra. Esa es una de las razones por las cuales estoy trabajando en el servicio público, y antes de servidor público soy gestor cultural. Y un gestor cultural se quiere inventar el mundo todos los días hasta que fracase, hasta que todo el mundo te demuestre que te equivocaste. Y eso nunca sucede. El gestor cultural siempre genera transformaciones, quizás no de los 49 millones de colombianos, pero hay que apostarle a los cambios de las vidas concretas.
¿Y la función pública?
Si no has participado en la construcción de un país desde las políticas públicas, es probable que piensen que esas personas que están compartiendo oficina son todas lo mismo. Y no. Creo que hay funcionarios públicos, servidores públicos, también hay burócratas, lamentablemente, que se parapetan detrás del escritorio. Lo que encuentro ahí es que ser un servidor público es una palabra muy grande y compleja, porque quiere decir que trabajas con un montón de desconocidos, que la mitad de los cuales te quiere escupir en la cara, que tu no lo haces por cada uno de esos individuos, sino porque tu llegaste a un país atormentado y quieres que cuando te vayas, haya un poco menos de dolor que cuando llegaste. Eso es lo que hace un servidor público: tratar de arreglar un poquito el desmadre, construir algo que sea un poco mejor de lo que encontró.