LatAm premiere: Juliana Rojas, directora y guionista de “Cidade; Campo”
La brasileña Juliana Rojas estrenó en Berlinale su último largometraje, “Cidade/Campo”, con el que ganó el premio a la Mejor Dirección en la sección Encounters, dedicada a nuevos lenguajes cinematográficos. Se trata de un díptico que presenta dos historias -una ambientada en la ciudad, la otra, en el campo- cuyas protagonistas se enfrentan a un nuevo comienzo que las confronta con el pasado y con el desafío de habitar un espacio que les es extraño. Fernanda Vianna, Mirella Façanha y Bruna Linzmeyer son las acertadas actrices de esta película que toca temas del Brasil actual, sin olvidar el componente de género que caracteriza a Rojas.
El concepto de origen, tanto territorial como ancestral, está muy presente en esta nueva película de Rojas, que también firma el guion. La película se inspira en la propia historia de Rojas y en hechos cotidianos del Brasil contemporáneo para contar dos historias: la de una mujer que, tras perderlo todo, vuelve a la ciudad a trabajar en una app de limpieza, y la de una pareja de mujeres que deja la ciudad para habitar una casa en el campo tras la muerte del padre de una de ellas.
“Cidade/Campo” tiene producción de Dezenove Som e Imagens (Brasil), Sutor Kolonko (Alemania) y Good Fortune Films (Francia), cuenta con The Open Reel como agente de ventas y con Canal Brasil, Globo Filmes, Telecine, Spcine, Quanta, O2 Pós y Vitrine Filmes como coproductores. LatAm cinema dialogó en exclusiva con la directora.
La película es un díptico que muestra dos historias que contraponen la vida en la ciudad y en el campo, pero que coinciden en ser historias de personas que deben cambiar su lugar. ¿Cómo surgió la idea de contar dos historias diferentes pero con un tema en común?
La inspiración inicial tiene que ver con cómo se siente una persona que sale de su lugar de origen y tiene que adaptarse a un lugar nuevo. Para mí, era importante tener ambas partes para poder mostrar ambas perspectivas, de quien es de la ciudad y de quien es del campo. Y la película termina en el campo porque es como si fuera un regreso, porque la película también habla de eso, de la conexión con el lugar de origen, la tierra y los antepasados. Y aunque hay dos historias en dos espacios, busqué hacer conexiones a través del tema y algunos elementos narrativos y estéticos comunes a ambas partes, ya sea a través de lenguas, cosas que son similares, y también de oposiciones entre las dos historias.
¿Por qué pensaste en estas historias y cómo crees que estas historias también están hablando del Brasil actual?
Por lo general, me inspiro en relatos reales. La primera semilla de las historias proviene de cosas que observo, que leo… En el caso de la protagonista de la primera historia, mi inspiración fue una escena que presencié de una mujer que limpiaba en la ciudad mientras hablaba con su colega de cuánto extrañaba la vida de campo. Y también dos desastres que ocurrieron en Brasil, en el estado de Minas Gerais, que destruyeron las comunidades locales y la naturaleza, y mataron personas y animales. Fue algo que me marcó, porque mi familia es de Minas, entonces es una región que conozco. Y lo que más me impactó fue que perdieron su lugar y tuvieron que buscar refugio en la ciudad y adaptarse al diámetro de una ciudad, a los sonidos de la ciudad, y ahí empecé a imaginar cómo sería para una persona que perdió todo, el lugar de origen, la tierra que cultivó, cómo sería mudarse a una gran ciudad y adaptarse a ella. También me interesaba tratar algunos temas actuales en Brasil, como la precariedad laboral. En la segunda parte también me inspiré en historias reales de personas que regresaron al campo para buscar otro tipo de vida, otro nivel de vida, pero también se enfrentaron a otro entorno, a la realidad del trabajo en el campo. Y con eso retrato al campo de Brasil, que son zonas donde obviamente hay conflictos: conflictos de la tierra, conflictos porque están ocupadas por grandes monocultivos que oprimen cada vez más a las pequeñas comunidades, a pequeños agricultores, a los pueblos originarios...
Está muy presente el tema de la ancestralidad. ¿Por qué te interesaste particularmente por este tema?
Tiene que ver con algo más personal. En la primera historia, el universo que se refleja tiene mucho que ver con la relación con mi madre. La segunda historia se relaciona con el universo de mi padre, que era de Mato Grosso do Sul, en el centro de Brasil, una región que ahora está totalmente ocupada por los latifundios, una región más violenta, especialmente con los pueblos indígenas. Mi padre, que falleció, era de ascendencia guaraní, pero es una historia familiar que conozco muy poco, precisamente por cómo la sociedad borra a los pueblos indígenas. Sé mucho más sobre mi madre, que es de origen portugués, que del lado de mi padre. Entonces, quería hablar de mi ascendencia, que sentía muy fuerte en mi padre, que hablaba el idioma guaraní, que tenía una conexión con la naturaleza, pero no me la transmitió y a no consigo acceder por no tener registro.
“Para esta película, particularmente, me pareció muy importante, por la temática y los personajes, buscar un equipo predominantemente de mujeres, especialmente en dirección de arte, fotografía y montaje, que son las funciones que crean las imágenes que estamos viendo”.
El tema del género siempre está muy presente en tus películas. ¿Cómo trabajaste este aspecto y cuál fue tu búsqueda?
Uno de los elementos fuertes que está presente en ambas historias es el luto por las personas que murieron y el recuerdo de estos lugares que se han ido, pero también el renacimiento. Los personajes están en un nuevo comienzo, están comenzando la vida en otro lugar. Así que habla mucho sobre la vida y la muerte, por lo que busqué una cierta fantasmagoría. Busqué trabajar esta relación con espíritus y fantasmas, y también hay muchas secuencias de sueños, que no son exactamente un sueño, sino escenas surrealistas. Y lo trabajé en el guion porque quería que tuviera una progresión en la película, que tuviera un comienzo más concreto, más material, y a medida que avanza todo se vuelve más extraño, sobrenatural, surrealista. Eso estaba tanto en el guion, como en el registro de actuación de las actrices y la fotografía. Utilizo filtros, diseño de sonido y también en el montaje uso muchas fusiones de imágenes.
La construcción de este universo se apoya mucho en las actrices. ¿Cómo fue el casting y la forma de trabajo con ellas?
Trabajé en el proceso de selección con Alice Wolfenson, que es la directora de casting habitual en mis películas. Fernanda Vianna, protagonista de la primera historia, es actriz de “O que se move” de Caetano Gotardo, de la que hice el montaje; así que ya conocía su trabajo. A Bruna Linzmeyer la conocía de otras películas, pero no habíamos trabajado juntas y teníamos el deseo de hacerlo. Y de Mirella Façanha conocía su trabajo en el teatro; tiene una pieza muy buena e importante llamada “Isto é um negro?”, que es de un colectivo de teatro que viajó por todo el mundo. Me impresionó mucho su actuación en la obra, entonces hizo la audición y tuvimos muy buena sintonía. Con todas ellas fue un proceso muy colaborativo, discutimos las escenas, las referencias; durante los ensayos hicimos improvisaciones para incorporar al guion. Creo que la colaboración con las actrices agregó mucho a la historia, porque es una historia basada en la subjetividad. Tiene muchos diálogos, monólogos, por lo que depende mucho de la construcción de estas actrices.
Tu historia tiene como centro a mujeres pero también el equipo es de mujeres en roles principales. ¿Fue esto una decisión?
Para esta película, particularmente, me pareció muy importante, por la temática y los personajes, buscar un equipo predominantemente de mujeres, especialmente en dirección de arte, fotografía y montaje, que son las funciones que crean las imágenes que estamos viendo. Y el aporte de ellas fue muy importante, de Juliana Lobo y Daniela Aldrovandi, que hicieron el arte, y de Cris Lyra y Alice Andrade Drummond, que fotografiaron, porque tenían una conexión muy fuerte con la historia, una perspectiva propia. Y también tenía el deseo de crear imágenes diferentes del imaginario que existe, que es una mirada masculina. Fue realmente genial.