• Los productores: Martha Sosa, productora de “Amores perros” y “Rush Hour”

    “Presunto culpable”, de Roberto Hernández y Geoffrey Smith.

  • Los productores: Martha Sosa, productora de “Amores perros” y “Rush Hour”

    Martha Sosa y el director Carlos Hagerman, en la presentación de “Vuelve a la vida”.

  • Los productores: Martha Sosa, productora de “Amores perros” y “Rush Hour”

    “Amores perros” de Alejandro González Iñárritu,

Los productores: Martha Sosa, productora de “Amores perros” y “Rush Hour”

Decir que Martha Sosa entró al mundo de la producción mexicana por la puerta grande es un atenuante. Su primera inmersión en la producción contribuyó para que “Amores perros” se convirtiera en un hito en la historia del cine nacional. “Amores perros” materializó lo que para muchos es el Santo Grial del cine mexicano: una película de calidad con éxito en la taquilla nacional y prestigio en el ámbito internacional, y financiada exclusivamente con capital privado.

“Amores perros” lo tuvo todo: guion, producción y elenco de calidad, la dirección del entonces locutor y publicista, Alejandro González Iñárritu, una ambición por arriba de sus expectativas, y más de dos millones de dólares. “‘Amores perros’ nos demostró a todos que era más de lo que nosotros imaginábamos,” cuenta Sosa a LatAm cinema, “sí compartíamos esa ambición. Pero de que exista a que la logres hay un paso muy grande en el que interviene el azar. No hay fórmulas en esto. Sólo está esa sensación de que tienes que hacer la película, te tienes que lanzar. Y de que tienes que creer que el proyecto posee las características que tú piensas”.

Martha Sosa lleva más de 18 años produciendo cine. “Yo siento que lo único que me ha guiado siempre son unas enormes ganas de ver la película”. Cuando comenzó, el cine mexicano había pasado por una época miserable. En 1993 se hicieron 54 películas, pero esa cifra se desplomó a partir de que el Tratado de Libre Comercio entrara en vigor –cuando se dejó de garantizar un porcentaje de pantallas para el cine nacional- y de la crisis económica de 1994. En ese año se hicieron 56 películas; en el 95, 14; y en el 98, diez. “Cuando empezamos a hacer cine había una sensación de escasez. Como el pedazo de pastel era tan pequeño, sin apoyo del estado, había mucha competencia en el gremio, miedo al otro”.

El año 2000 marcó el inicio de una época positiva, con la nueva Ley de Cinematografía, que garantizaba el mínimo del 10% de películas mexicanas en salas (cifra muy lejana del 50% que se exigía antes de 1992) y marcaba la salida de apoyos provenientes del estado con un fideicomiso que en ese entonces otorgaba 100 millones de pesos para la producción. “Ahora hay posibilidades reales de producir porque hay una serie de fondos que antes no existían y que han incentivado la producción, sobre todo los fondos públicos que están vinculados al incentivo fiscal”. Los efectos fueron inmediatos y han seguido en ascenso. En el 2000 se produjeron 27 películas; en 2016 se alcanzó la cifra histórica de 160 películas de las cuales estrenaron en cartelera nacional 85. “Hay dinero, hay industria y hay más profesionalismo, más oficio. Hay gente que cada vez se ha hecho mejor. De pronto ves directores jóvenes que ya tienen en su haber tres películas. Cuando hay directores que ahora tienen 60 años que a lo mejor tuvieron la oportunidad de dirigir una”. Este crecimiento ha cambiado la atmósfera de trabajo: “nos hemos vuelto un gremio mucho más generoso, al menos siento eso con respecto a mis colegas más jóvenes. Compartimos experiencias, nos contamos nuestros problemas, tratamos de no repetir los mismos errores. Yo celebro muchísimo ese compañerismo”.

Como con la película de Iñárritu, el azar volvió a marcar la vida de Sosa durante la filmación de “Nicotina” (Hugo Rodríguez, 2003). El publicista Nicolás Vale le propuso que metiera un póster que él acababa de hacer para la Fundación Cimab, de cáncer de mama, en un parabús que aparecía en una de las escenas. Así conoció Sosa a Alejandra de Cima, la directora de la fundación. “Me identifiqué muchísimo porque mi hermano es sobreviviente de cáncer testicular. Y ella es sobreviviente de cáncer de mama. En muchos sentidos es muy parecido: uno atenta contra la feminidad, el otro contra la masculinidad”. El día de la filmación de la escena, de Cima le propuso hacer una película a Sosa, que eventualmente sería “Un día más” (María Inés Roqué, 2004), “pero, le dije, vamos a hacerlo con gente de verdad. Yo quiero historias de verdad. Fue tan fuerte el impacto para mí pasar de hacer un casting de actores para personajes que están escritos en un guion a pasar a situaciones e historias verdaderas y hacer un casting de esas historias, que a mí me dejó marcada para siempre”. Sosa se volvió una apasionada del documental. Hasta ahora, su filmografía consta de tres películas de ficción, hechas durante los primeros años de su carrera, y siete de no ficción. “lo que me pasó es que yo veía guiones y me parecía todo tan frívolo… A lo mejor fue suerte… no me llegaron proyectos que yo dijera ‘muero por dedicarle tres años de mi vida a esto’. Cuando estás decidiendo si hacer una película estás decidiendo los próximos tres o cuatro años de tu vida. En términos económicos, de energía, de dónde está tu corazón.  Son viajes muy largos. Tienes que pensar con quién te vas a aventar. Es como el matrimonio”.

En ese entonces, a la par, se encontraba en etapa de desarrollo del guion de una película sobre una acapulqueño que se enamoraba de una modelo. Junto con el director, Carlos Hagerman, decidieron convertir el proyecto en un documental que acabaría siendo “Vuelve a la vida” (2010), “vimos que era mucho más poderoso y más viable”.  Simultáneamente, Nicolás Vale la invitó a participar en la realización de “Los que se quedan” (Carlos Hagerman, Juan Carlos Rulfo, 2008), un documental sobre los parientes de los migrantes que se quedan en México. Por esas fechas entró a otro proyecto más que la llevó a ser parte de otro momento histórico en el cine nacional: “Presunto culpable”, codirigido por Roberto Hernández y Geoffrey Smith. Cuando Sosa se sumó, la realización estaba avanzada. “Ya alguien había filmado, había conseguido el permiso para filmar ese juicio, ya había un material valiosísimo. Era como si necesitara Royal el pastel para esponjarse.” Con esta película, la exhibidora más grande de México, Cinépolis, estrenó su ala de distribución.

Ya somos un montón de mujeres, estamos haciendo cosas y no estamos pidiendo permiso, nunca lo hemos pedido. Lo hemos hecho como hemos podido.

La producción de documentales en México ha aumentado los últimos años, aún así apenas alcanza un 30% del total de largometrajes, y su presencia en taquilla es mucho menor. Contra todo pronóstico, inéditamente en el país, “Presunto culpable”, el seguimiento del juicio de un joven encarcelado injustamente y atrapado en los laberintos de la burocracia mexicana, entró al segundo lugar de la taquilla el tercer fin de semana de su estreno. Como había sucedido con “Amores perros” en su momento, la película había crecido por las recomendaciones de boca a boca. Con una demanda legal a cuestas, el documental logró superar el millón de espectadores.

“Yo creo que en todas las historias de “éxito”, uno no las hace solito. Tanto en ‘Amores perros’ como en ‘Presunto culpable’, yo fui parte de un grupo de personas que hicieron eso. Sí aporté muchas cosas que tenían que ver con la dimensión y la visión del proyecto para que llegara a todo mundo. Mi energía la enfoqué hacia hacerlo suficientemente grande, y puse todo lo que estaba a mi alcance en términos de calidad, de oportunidades de distribución y de la estrategia internacional que tuvo”.

Aún con esta experiencia, la labor de producir documentales en México tiende a la ingratitud en lo que a la taquilla se refiere. Después de “Presunto culpable”, Sosa estrenó los documentales “Vuelve a la vida” (2010), “El patio de mi casa” (Carlos Hagerman, 2015), “Plaza de la soledad” (Maya Goded, 2016) y, más recientemente, “Rush Hour” (Luciana Kaplan, 2017). A pesar de las buenas críticas que todos han obtenido y de los reconocimientos en festivales nacionales e internacionales, ninguno ha estado ni cerca de lograr la asistencia de “Presunto culpable”.

“Me preocupa mucho el futuro del cine de no ficción por el tiempo de vida que nos lleva hacerlo. De pronto me digo ‘no me salen los números’. Estoy en un momento en el que tengo que dosificar mi energía. Me frustra de algunas de las películas que he hecho, que son grandes películas, que no alcanzan a ser vistas por muchas personas. El espectador de hoy es un espectador comodino, se aburre muy rápido, no quiere pensar, no quiere que lo interpeles, quiere entretenerse. No todos, pero un gran número es así”.

Actualmente, la carrera de Sosa está dando un nuevo vuelco. Francisco González Compeán, con quien trabajó en épocas de “Amores perros” en Altavista Films, compró los derechos de “Cindy la Regia”, la exitosa tira cómica escrita por Ricardo Cucamonga y dirigida por Santiago Limón sobre una niña aparentemente superficial, crítica pero contradictoria. Sosa ha propuesto a una guionista joven y ha convencido a Catalina Aguilar Mastretta para que la dirija. No es el primer proyecto en el que lo femenino es un factor preponderante.

Su carrera avanzó a la par de Mónica Lozano “que ya se ha convertido en una institución” e Inna Payán. “Ya somos un montón de mujeres, estamos haciendo cosas y no estamos pidiendo permiso, nunca lo hemos pedido. Lo hemos hecho como hemos podido. Yo no tengo la experiencia de haber tenido que pelear o aguantarme una serie de cosas para hacer lo que yo quiero. No es fácil porque sí es un mundo lleno de hombres, sí hay mucha testosterona. Es bastante complejo el asunto de si las mujeres estamos suficientemente representadas en el cine: por supuesto que no. Siento que le he dedicado poco tiempo a reflexionarlo. Me gustaría pensarlo más”. Al mismo tiempo su filmografía ha avanzado hacia lo íntimo, hacia lo femenino, hacia las conexiones sutiles y emocionales. “Quizá es ahí donde me he sentido más arropada, mejor acompañada, donde más fácilmente encuentro mi silla, mi lugar”.