María Novaro, directora del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE)
María Novaro asumió como directora general del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) a finales de 2018, tras la investidura de Manuel López Obrador como presidente de la república. Con una amplia y premiada obra como directora, guionista, editora y productora, la cineasta llegó a la gestión pública con un exhaustivo conocimiento del sector. Todos sus largometrajes, desde “Lola” en 1989 a “Tesoros” en 2017, han sido estrenados en múltiples festivales y han recibido reconocimientos internacionales.
Desde 1996 se ha desempeñado también como docente en diferentes escuelas de cine en México y otros países, como el Centro de Capacitación Cinematográfica, la Universidad de Texas, la Columbia University o la EICTV. Antes de estudiar cine (UNAM, Sundance Institute, EICTV), Novaro hizo la carrera de Sociología en la UNAM, y precisamente se acercó al audiovisual a través de su participación en el Colectivo Mujer, desde donde realizó documentales sociales y feministas. Esa esencia permeó su filmografía y es también desde esa perspectiva que Novaro asumió la dirección del IMCINE. Durante estos cinco años, la autoridad mexicana ha impulsado fuertes cambios en el fomento del cine mexicano, diversificando los estímulos e implementado medidas para impulsar la diversidad.
En el marco del Día del Cine Mexicano y la inauguración de la Cineteca de las Artes, LatAm cinema conversó con Novaro sobre la situación del cine mexicano y los principales desafíos a los que se ha enfrentado en la gestión pública.
¿Cómo ves el cine mexicano en este momento?
Está en una encrucijada que se viene arrastrando desde hace muchos años, pero ahorita es más evidente que nunca porque hay una enorme vitalidad en producción. Después del bajón de la pandemia, 2021 y 2022 ya fueron años extraordinarios de producción, y no solo por el número, sino porque es un cine más diverso que nunca, que da cabida a todo tipo de expresiones, por ejemplo el cine experimental, el realizado por cineastas indígenas, el de regiones. La Ciudad de México sigue siendo el centro de producción de cine, pero los números hablan de que están surgiendo con bastante fortaleza regiones con mucha producción. El cine mexicano también sigue presente con éxito en todos los foros internacionales. Entonces, ¿a qué me refiero con la encrucijada? El gran reto, que yo tenía muy claro desde que entré en IMCINE en diciembre de 2018, es que el cine mexicano se vea. Porque estuvo muy afectado por el Tratado Libre Comercio (TLC) con América del Norte, que no negoció al cine como una excepción cultural, como hacen todos los países. Esto provocó el desmantelamiento de la red de cines que tenía el Estado en todo el país y fortaleció un diseño monopólico, duopólico, de la exhibición de cine que, bajo lo establecido en el TLC, tiene como modelo de negocios pasar el cine hollywoodense. El cine mexicano se quedó sin pantalla, sin espacio, sin promoción, sin nada. Cuando Zedillo era presidente ofreció una comida para la comunidad cinematográfica en la que nos habló durante horas de “Titanic”, que se acababa de estrenar y filmar en estudios en Rosarito, en territorio mexicano. Nos dijo que ése era el futuro del cine mexicano. Se estaba diseñando todo para que nos convirtiéramos en un país maquilador en todos los sentidos, también en el cine. Entonces la comunidad y algunos sectores de gobierno empezamos a reaccionar de maneras muy diversas, creo que ahí estuvo el germen de crear instrumentos muy vigorosos de apoyo al cine .
¿Cómo crees que están respondiendo esos instrumentos ?
Creo, sinceramente, que al día de hoy tenemos un muy buen sistema perfectible. El estímulo fiscal es algo poderosísimo que ayudó a remontar el retroceso bestial que se dio a mediados de los '90, cuando se producían cinco o seis películas en todo el año. Por esa vía se empezó a estimular la producción, había dos fideicomisos que fueron muy valiosos, sobre todo PROCINE, que se transformó en otro instrumento que se llama FOCINE, retomó el anterior y lo expandió. Lo que no se había planteado desde el IMCINE, porque la política económica del país no lo permitía, era la posibilidad de estimular fuertemente la exhibición. Creo que para hacerlo se necesitaba un cambio de gobierno con otro modelo de desarrollo económico, que combatiera la pobreza y redistribuyera el ingreso, que es lo que estamos viviendo ahora. Porque el cine mexicano se hace, se produce, es diverso, está vital, es expresivo, va bien. Pero si no lo ven las propias personas en México hay una contradicción brutal. Durante mucho tiempo, la piratería era prácticamente la única manera de acceder al cine mexicano para las personas mexicanas. Ahora estamos estableciendo políticas para reordenar todo eso. Por el momento no podemos cambiar el TLC, que fue ratificado un día antes de que entrara este gobierno y quedó blindado, pero estamos haciendo otras cosas. El FOCINE da apoyos a la exhibición en dos vertientes: una, con subsidios para equipamiento de los espacios cinematográficos y, otra, para programación a festivales y espacios. En tres años de FOCINE apoyamos 142 proyectos en los 32 estados del país, algunos están con más fuerza, otros menos, pero ahí están.
En una entrevista que realizamos en 2021, comentabas que la cuota de pantalla, que con el TLC se redujo del 40% al 10%, ni siquiera se cumple. Tras estos años al frente del IMCINE, ¿cuáles son las posibilidades de que la regulación se cumpla, de que el cine mexicano efectivamente entre a esos complejos?
Eso es algo que tenía muy claro cuando entré a IMCINE y empecé a explorar y a consensuar, a hablar directamente con los directivos de los dos grandes complejos comerciales. En particular, los directivos de Cinépolis son muy accesibles en términos de diálogo y, por ejemplo, ayudan mucho a que ocurra el Festival de Cine de Morelia. El TLC estipula ese 10%, un porcentaje que la comunidad cinematográfica ha aportado pruebas de que no se cumple; y algunas personas de los consorcios me han dicho verbalmente, de manera informal, que en efecto no se cumple, es más bien el 7%. Entonces, ¿qué movimientos estamos haciendo? En algún momento tenemos que renegociar ese capitulado del TLC y garantizar la excepción cultural del cine con todas las pruebas que tenemos de lo importante que es para nuestro país, en lo económico y en lo cultural, cosa que no se quiso hacer durante años, ni siquiera en la segunda renegociación del Tratado.
Mientras siga siendo el 10%, la tarea es que se cumpla, y que se cumpla con respeto al cine mexicano. Para eso, hemos trabajado durante un año, de la mano de muchos sectores de la comunidad cinematográfica, una nueva ley de cine y audiovisual que está por entrar a las cámaras. Ahí definimos con más precisión cómo se verifica ese 10%. De hecho, está la propuesta, que he hablado personalmente con Cinépolis, de que haya una sala para cine mexicano por cada 10 salas en cada complejo cinematográfico comercial de los que tienen en todo el país, para garantizar el acceso al cine mexicano con dignidad, en una sala de cada diez. Me dijeron que lo van a atender, lo van a pensar.
“Que ya haya una veintena de largometrajes realizados por cineastas indígenas y afrodescendientes que empiezan a moverse en todos los ámbitos, y otros 40 que están en postproducción o en producción, es un enriquecimiento apropiado a la diversidad del cine mexicano”.
Esta semana inauguraron una nueva cineteca...
Anteayer estrenamos una cineteca que era un complejo cinematográfico de Cinemex, me parece muy simbólico, porque Cinemex fue el primer complejo cinematográfico con este diseño monopólico, creado en el '94 con 12 salas. Lo recuperamos mediante un largo litigio jurídico y ahora regresa a ser parte del patrimonio del Estado. La Cineteca Nacional de las Artes expande la oferta de la Cineteca que tenemos en la Ciudad de México, que a su vez alimenta a las cinetecas que hay en varios estados de la república. El compromiso de esta Cineteca es que el 50% de su programación sea cine mexicano. Y este mes, en la celebración del Día Nacional de Cine Mexicano, la programación de las 12 salas es de cine mexicano. Ayer a las cuatro de la tarde, ya estaban agotadas todas las localidades de las salas con cine mexicano. Esta experiencia puede llevar a quienes dicen que las personas mexicanas no quieren ver cine mexicano a modificar lo que dicen. Lo he oído dos millones ochocientas mil veces, y no lo creo. Es como cualquier cine del mundo, es diverso, es plural, y hay públicos para todas las películas. Yo pude empezar mi carrera antes del diseño neoliberal y me consta que había una conexión muy fuerte entre los públicos mexicanos y nuestro cine. Pude vivir con “Danzón” 9 millones de espectadores en 1991. Efectivamente se construyó a pulso una desconexión, y espero que esta labor de reconectar a las personas con su propio cine modifique el modelo de negocios. Porque la pandemia golpeó mucho a las salas comerciales, todavía no han recuperado los números de asistencia como, por ejemplo, sí recuperó la Cineteca. Y deberían revisarlo en su modelo de negocios, porque la Cineteca está a reventar y las propuestas son otras. En fin, es parte de una negociación, de un diálogo, una exploración.
Creo que hay que apuntalar esta reconexión de las personas mexicanas con su cine y del cine con las personas mexicanas. En todos estos años he observado que muchos cineastas empezaron a no saber a quién le hablaban. De repente decían “va para Berlín, va para Cannes” y es padrísimo que vaya a los festivales pero, ¿y el público? Y no me quiero meter en las propuestas, soy la primera defensora de la diversidad, pero hay que preguntarse ¿quién va a ver esta película? ¿a quién le estoy hablando? Y eso también lo estamos queriendo estimular, que haya diálogos entre los cineastas y su público, que puedan medir qué les dice la gente y que vayan incorporando estos aprendizajes de conexión con el público a su propio quehacer cinematográfico.
Una herramienta que nos está ayudando mucho es la exhibición de cine mexicano en televisión pública. Estamos programando cine en todos los canales que podemos, y en noviembre creamos MX Nuestro Cine en una señal espejo de la Secretaría de Cultura. Tiene una programación brutal de cine mexicano presente, actual, del pasado; películas restauradas, recuperadas, perdidas; materiales adicionales actuales y anteriores. Y los índices de audiencia que nos comparten son brutales. Por ejemplo “Canoa” de Felipe Cazals se exhibe en horario estelar y tiene 750 mil espectadores; “Tesoros” en Canal 14 la vieron 802 mil personas en una pasada… O sea, si eso no quiere decir que los mexicanos quieren ver su cine, no sé qué más argumentos están esperando tener.
Específicamente sobre la diversidad del cine mexicano, ¿en qué momento dirías que está?
México es un país con una riqueza cultural enorme y con regiones riquísimas en voces que no estaban reflejadas en el cine. En este momento, que ya haya una veintena de largometrajes realizados por cineastas indígenas y afrodescendientes que empiezan a moverse en todos los ámbitos, y otros 40 que están en postproducción o en producción, es un enriquecimiento apropiado a la diversidad del cine mexicano. Para el proyecto del Estímulo a la Creación Audiovisual para México y Centroamérica (ECAMC), nos agarró la pandemia y nos detuvo un rato, pero al final de esta administración vamos a tener más de 60 películas. Por ejemplo, “Valentina o la serenidad”, el segundo largometraje de Ángeles Cruz, se estrena ahora en Toronto. Tradicionalmente los y las cineastas indígenas y afrodescendientes han hecho cine documental, y siguen siendo la mayoría de las propuestas, pero el cine de ficción está creciendo exponencialmente, también la animación y el cine experimental. Y sus narrativas en cine de ficción, personalmente me vuelan la cabeza, porque traen una pureza de narrativa increíble a través del razonamiento poético. Son culturas muy visuales y ahí ha estado su resistencia, en la resistencia cultural. Por ejemplo, en el cine tzotzil, el cine que se realiza en la región de Los Altos de Chiapas, el poder de los sueños es un tema recurrente, porque en la cultura tzotzil, los sueños son mandatos, definen tu vida. Soy socióloga y he ido muchas veces a Chiapas, pero te juro que no había entendido lo que le significa el poder de los sueños para una cultura hasta que no vi las películas que empezaron a salir, “Vaychiletik”, por ejemplo. Más cinematográfico que eso, no sé qué puede haber.
¿Qué medidas afirmativas implementaron para llegar a este escenario?
En los dos grandes instrumentos que gestionamos desde IMCINE -el estímulo fiscal que manejamos con el comité de la Secretaría de Hacienda y el FOCINE-, todas las calificaciones de los proyectos son realizadas por consejos evaluadores de la propia comunidad cinematográfica cuyos nombres se sortean; incorporamos la igualdad de género, el cine de las regiones y, hasta donde es posible, participación de cineastas indígenas, afrodescendientes y cine comunitario. Eso ha cambiado muchísimo qué proyectos son apoyados. Por otro lado, todos los proyectos provenientes de regiones diferentes a la Ciudad de México, todos los proyectos encabezados por mujeres, y todos los proyectos encabezados por afrodescendientes y provenientes de comunidades indígenas tienen cinco puntos adicionales.
Otra acción afirmativa muy fuerte que ha dado muy buen resultado es el ECAMC. Lo primero que hice cuando asumí en el cargo fue ir a Oaxaca y a Chiapas para reunirme con los y las cineastas indígenas. A partir de ahí diseñamos el Estímulo, que surgió como un apoyo adicional, porque el reclamo más recurrente que recibí en las reuniones era sobre otro estímulo anterior que daba IMCINE. Con toda la razón reclamaban ¿por qué demonios creen, que yo cineasta indígena, puedo hacer mi película con 150 mil pesos y otra cineasta puede entrar a pedir fondos de 2, 10, 20 millones de pesos? Hacía mucho, me atrevo a decir que dos o tres décadas, que había formación, cámaras en las comunidades, había el ejercicio y la exploración del cine y el audiovisual, lo que no había era dinero y las herramientas para que terminen las cosas como debe de ser. Entonces diseñamos este ECAMC como un fondo adicional para que tengan todas las herramientas para concursar en EFICINE, FOCINE, cosa que ya está sucediendo y se nota en la factura de las películas.
¿Cómo ves la producción de cine mexicano para infancias y adolescencias? Un género que has abordado como cineasta y para el que en FOCINE hay una línea específica.
Como estudié cine pero también sociología siempre me han encantado las estadísticas, y las estadísticas dicen que hacemos muy poco cine familiar, muy poco cine para niñas y niños, muy poco cine para jóvenes, siendo un país joven. Es totalmente desproporcionado; además, la inequidad establecida por el TLC con el cine de animación hollywoodense es brutal, sus prácticas monopólicas son brutales. México tiene una historia luminosa de cine, de cine accesible para todos en nuestra época de oro y en otros momentos. Entonces, me parecía indispensable una convocatoria que alentara específicamente esa producción cinematográfica. Y es curioso, porque no entran muchos proyectos. De repente entran proyectos a competir en ficción, que están compitiendo con otros 300 proyectos, y no entran a esta convocatoria que competirían con 15, siendo que su película es familiar, es para niños, pero ni siquiera la quieren concebir así. En fin, es todo un asunto de reeducación, de repensar.
Hablando de estadísticas, en IMCINE hacen el Anuario Estadístico Anual, ¿cuál es la importancia de los datos para la gestión pública de la cinematografía?
Yo valoro muchísimo que en IMCINE se haga el anuario. Siempre admiré todo el trabajo que está atrás de ese anuario estadístico, que fue una iniciativa de Marina Stavenhagen cuando fue directora de IMCINE. Un día de estos le voy a preguntar, a mí me parece evidente que le debe haber surgido esa necesidad porque el IMCINE está adscrito a la Secretaría de Cultura Federal, lo cual está muy bien, pero el cine tiene una doble naturaleza, también es industria, también significa crecimiento económico, y, por tanto, también es importante tener estadísticas, cifras, para saber qué está sucediendo. Y en igualdad de circunstancias, una película de cine indígena realizada en los Altos de Chiapas también genera empleos, especializaciones, crecimiento económico. Entonces era muy importante que el IMCINE también tuviera una forma de entender y aportar a la comunidad cinematográfica sus propios números y estadísticas.
El anuario que yo recibí era abundante en cierto tipo de datos que son muy útiles para el cine comercial, entonces nos dimos a la tarea de buscar otros datos que no nos están aportando los sistemas de recolección de datos establecidos. Yo espero que el próximo anuario, el de 2024, sea mucho más equilibrado. Estamos muy orgullosas del equipo, que además es 100% femenino. Todo el IMCINE se ha feminizado mucho en todas las áreas. Fue casualidad, no fue un programa de gobierno, sino que así sucedió. Y le ha hecho bien al IMCINE que estemos tantas mujeres al mando de las cosas, yo creo que ya tocaba.
¿Cuál es tu concepción de la gestión pública?
Esa es la reflexión que me propongo ahora cuando salga, todavía no me ha dado mucho tiempo para pensar. Pero le agradezco muchísimo a la vida la oportunidad de estar de este lado, porque ahora veo las cosas de una manera mucho más amplia que antes. Antes de entrar aquí decía barbaridades, me quejaba de cosas sin entenderlas, era propositiva, trataba de contribuir, pero no entendía muchas cosas. Una cosa que entiendo ahora es que en IMCINE hay un equipo de personas que son las más valiosas para el cine mexicano, sin su trabajo diario, el cine mexicano no estaría todo lo bien que está. Cuando yo presumo muy contenta de que apoyamos el doble de proyectos en tal y cual rubro, que EFICINE aumentó su convocatoria, significa que el mismo grupo de siete mujeres que trabajan aquí, ahora trabajan el doble y no dicen nada, están contentas de que sea más plural y más diverso. Ahora que regrese a la comunidad cinematográfica voy a tratar de aportar ese conocimiento, que sepan lo valioso que es todo lo que se hace aquí. Aquí siempre les hago la broma de que tomo nota de todo lo que vivo para hacer una serie, porque me muero de risa cuando usan palabras en la administración pública o me plantean cosas kafkianas todo el tiempo. El presidente habla mucho del paquidermo de la administración pública. No sé si voy a hacer una serie o no, si me va a dar la vida o no, pero sí he tomado notas y, de alguna manera, algo voy a escribir, porque he aprendido mucho y lo agradezco.