• Natalia Santa, directora de “Malta”

    Natalia Santa.

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Natalia Santa, directora de “Malta”

Tras participar en los screenings de Ventana Sur en 2022 y del Bogotá Audiovisual Market (BAM) en 2023, “Malta” tuvo su estreno mundial este año en el South by Southwest (SXSW) y su estreno nacional en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI). Esta semana llega al circuito comercial colombiano.

“Malta” es la segunda película de Natalia Santa después de “La defensa del dragón”, estrenada en la Quincena de realizadores del Festival de Cannes en 2017. Santa compatibiliza su trabajo como directora con su trabajo como guionista para series de plataformas. En este momento, es head writer en la adaptación de “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, producida por Netflix, con quienes a su vez está desarrollando otro proyecto de serie.

La película es una coproducción entre Colombia (Perro de Monte), Argentina (Oh My Gómez!) y Noruega (Hummelfilm). Además, contaron con la colombiana Georgina Terán (EFD) como productora ejecutiva.

El proyecto tuvo un recorrido más que interesante por diferentes espacios: en 2016 obtuvo el Premio de Guion del FDC y tres años después obtuvo el Premio de Producción de este mismo Fondo. En 2020 fue seleccionado para Encuentros Cartagena y participó en el BAM y en el Mercado de Coproducción de la Berlinale. Al año siguiente participó en el Marché du Film y en el Encuentro de Coproductores del Festival de Guadalajara), y obtuvo los apoyos de Sørfond (Noruega), INCAA (Argentina) y EFD (Colombia/México).

La película cuenta la historia de Mariana, una joven colombiana sueña con escapar de Colombia a un lugar mejor. Aprende francés, alemán, y trabaja en un call center. Cada vez que algo exótico se cruza en su camino, no puede evitar adorarlo; ya sea un objeto, un lugar o un encuentro, cualquier cosa que la aleje de los problemas de su familia disfuncional. Pero mientras Mariana calla, sus acciones la exponen a situaciones que funcionan de antesala para el destino que ha elegido: la isla de Malta.

Desde LatAm cinema, charlamos con la guionista y directora Natalia Santa, poco antes del estreno de “Malta” en salas colombianas.

¿Cuál fue el génesis de la película?

Por un lado, estaba la necesidad de hablar sobre las relaciones familiares y sobre todo las relaciones familiares alrededor de heridas o asuntos no resueltos, que se refleja en la película en el conflicto que la protagonista, Mariana, tiene con su madre. Mariana tiene heridas familiares de la infancia que no se han cerrado y que tiene que resolver antes de irse en lo que para ella es una huida.  La película implica más bien un viaje interior de auto reconocimiento previo al viaje geográfico. Y así surgen estos temas de los que nunca se habla y estas dinámicas tan “bogotinas” diría yo.

Parte del canon cinematográfico contemporáneo colombiano muestra una repetida intención de los personajes por abandonar o escapar de Colombia. ¿Esto busca retratar alguna realidad sociocultural?

Totalmente. Cuando yo salí del colegio hace ya más de 20 años, esta idea creo yo que surgió en los 90, producto de una década de violencia brutal en Colombia y de conflictos de todo tipo: sociales, políticos, civiles, armados, el narcotráfico. Así empieza a plantearse la salida de Colombia como tal vez la única opción para tener un futuro. No necesariamente uno mejor económicamente, pero al menos sí una vida más tranquila y menos riesgosa que en Colombia. Siento que los jóvenes que en este momento salen del colegio o se gradúan de la universidad o tienen que decidir si estudian o trabajan están en el mismo lugar: plantearse el irse como un escape de una realidad que no les ofrece mayores oportunidades. De hecho, justo antes de la pandemia, en 2019, hubo un movimiento social muy fuerte aquí en Colombia: chicos de muchísimas ciudades se volcaron a las calles para protestar porque no tenían futuro. Así que, sí, llevamos 20 o 30 años en ese lugar.

¿Y por qué Malta puntualmente como destino?

Bueno, en realidad Malta es una excusa. Podría ser cualquier lugar. Desde que empieza la película, Mariana está buscando ciudades. Está metiéndose a Google Maps todo el rato. Lo cual a su vez refleja este voyeurismo que tiene Mariana. Esto de que a ella le gusta observar y entrar a los universos de otros. Entrar a otras ciudades, a otras casas. Siempre está mirando y en esa búsqueda de un lugar a donde irse se le aparece Malta de una manera bastante aleatoria. Yo no quería que fuera un destino con el que ya soñara de chiquito o con el que tuviera una relación afectiva, quería que fuera un destino muy accidental, que se eligiera de una manera como a veces aparecen las cosas. Tampoco quería que fuera un destino demasiado obvio: Nueva York, Berlín o París, pero tampoco demasiado exótico. Malta parecía un buen lugar del medio. Todo está como un flat line que es el lugar donde a mí realmente me gusta explorar las emociones y los conflictos. Y Malta estaba dentro de ese rango no demasiado exótico ni tampoco es demasiado llamativo tampoco. Luego me enteré, ya cuando estábamos en el desarrollo de la película, que Malta es, de hecho, un destino súper apetecido para latinoamericanos y especialmente para jóvenes colombianos.

“En Colombia, como en otros países latinoamericanos, todavía no hay una industria que apoye estas películas independientes”.

¿Cuándo fue que la idea se convirtió efectivamente en un proyecto?

Nosotros fundamos nuestra empresa productora en 2016, Perro de Monte, junto a Kiran Fernández, que es el productor de la película y editor, e Iván Herrera, que es también productor ejecutivo y director de foto (además es mi esposo y el padre de mis hijos). Entonces los tres empezamos con el sueño de hacer esta película, ya con una un primer draft del guion. Nos conformamos como empresa, hicimos mi primera película, “La defensa del dragón”, y empezamos el camino que empiezan todas las pequeñas empresas productoras en Latinoamérica, que es el de los fondos públicos. Y en ese camino tan incierto y largo tuvimos la fortuna de tener al final el Fondo Colombiano que es el FDC, el Fondo Argentino del INCAA, en coproducción con Oh My Gómez!, y el Sørfond con nuestra coproducción en Noruega, Hummelfilm. Luego fue la travesía de ir a muchos mercados, de mostrar el proyecto en muchos sitios y enviarlo a todos los fondos existentes. Y todo eso es un camino largo en donde te tienes que enfrentar a muchas respuestas negativas y muchas puertas que se cierran. Hay mucha gente a la que sencillamente no le interesa una película latinoamericana o una película colombiana que no hable del conflicto armado o del narcotráfico. En Colombia, como en otros países latinoamericanos, todavía no hay una industria que apoye estas películas independientes. Entonces tenemos que financiar con fondos públicos. Luego finalmente contamos con la alianza de EFD. Y así llegó la hora de empezar.

¿Qué destacas de los espacios de industria en los que participó la película?

Estuvimos en Encuentros Cartagena, un espacio en donde tienes talleres, pero también hay reuniones con posibles interesados, con fondos, con festivales. Y para nosotros fue sumamente importante la participación en el BAM. Es un lugar en donde gran parte de la industria latinoamericana y parte de la nacional viene a Colombia a buscar películas colombianas. Es muy distinto a estar en el Marché de Film, donde todo el mundo está buscando a todo el mundo y nadie sabe muy bien qué está pasando. Al estar en el BAM, cuyos invitados vienen buscando cine colombiano, conocimos a nuestros coproductores argentinos. 

¿Y cómo fue el trabajo con los países coproductores ? 

Conocimos a Oh My Gómez! en el BAM. Estuvimos en varias conversaciones con ellos, les interesó la historia, leyeron el guion, y finalmente decidimos hacer la coproducción con ellos. Hicimos buena parte de la postproducción en Argentina, hicimos parte de un primer corte con Rosario Suárez; hicimos la mezcla de sonido con Paquidermo y la colorización con Pentimento Color Grading. Además, en el guion había un personaje que tenía posibilidades de no ser colombiano, que terminó siendo  Leonardo en la película, y así contamos con la grandísima suerte de tener a Diego Cremonesi, un actor muy conocido en Argentina. Respecto a Noruega, en el BAM hicimos unos primeros contactos con unos coproductores franceses. Y aunque ellos nos pudieron continuar, nos presentaron a Hummelfilm y así obtuvimos el Sørfond. 

En Mariana, tu protagonista, creas un personaje que más que construirse se va revelando, ¿cómo llegas a construirla y a todo lo que la compone?

El personaje se fue construyendo en diferentes momentos y en diferentes capas de significación. La película se apoya en un montón de cosas que no se dicen, como dices, se van revelando. Después de varias reescrituras, entendimos que no había que contarlo todo, no mostrarlo todo, no decirlo todo, sino que fueran personajes que pudiéramos ir descubriendo e ir entendiendo a medida que avanza la historia. Queríamos que fueran difíciles de clasificar y, al no poder clasificarlos, no puedes juzgarlos.

También era importante mostrar cómo es una familia de Bogotá y lo que es vivir en una ciudad como Bogotá. Eso moldea en qué forma se relacionan las personas. Es un lugar donde están todos para adentro, algo que para alguien que lo ve de afuera es difícil de entender. Porque es una ciudad que está en el medio del trópico, pero no es tropical. Piensas en Colombia y surge la idea del Mar Caribe y los ritmos caribeños. Y la verdad es que Bogotá es una ciudad entre montañas y mucho más fría que el Caribe, en todo sentido.

¿Cuáles son tus expectativas y en qué audiencia pensaste mientras hacías la película?

Para las películas latinoamericanas independientes que se financian con fondos públicos es muy importante el estreno internacional. Si tienes una película que se estrenó en Cannes, como fue nuestro caso con “La defensa del dragón”, tienes una cantidad de prensa gratuita que no podrías pagar nunca en la vida con tu presupuesto de fondos públicos. Entonces también hay una acogida diferente y también hay un interés diferente por exhibidores, distribuidores y agentes de ventas. Para las películas independientes latinoamericanas y creería que en general en países del desarrollo, es vital la percepción que haya desde Europa. Es como un colonialismo al revés. En el caso de “Malta”, nuestro estreno fue en SXSW y eso implicó unas críticas muy hermosas. Luego estuvimos en el FICCI y a partir del aval de estos festivales logramos que la distribuidora y exhibidora más grande de Colombia, Cine Colombia, apoyara “Malta”. Esto significa la posibilidad de estar en circuito comercial, en bastantes salas, tener visibilidad en redes, presupuesto para medios. Después de tantos años, hemos cumplido el recorrido soñado en salas colombianas.