Patricio Guzmán, director de "La cordillera de los sueños"
"Mi deseo es que Chile recupere su infancia y su alegría". La misma voz de Patricio Guzmán, en off, concluye con esta frase "La cordillera de los sueños", la tercera y última parte de la trilogía sobre Chile que le valió en Cannes el L'Œil d'or al mejor documental compartido con "For Sama" (Reino Unido), de Waad al-Khateab y Edward Watts. El premio lo otorgó un jurado presidido por la directora francesa Yolande Zauberman ("Ivan & Abraham", " Classified People").
Iniciado con "Nostalgia de la luz" y continuado con "El botón de nácar", este tríptico constituye una declaración y un examen de naturaleza alegórica, filosófica, también poética, pero sobre todo muy íntima acerca del país natal de Guzmán, sus fantasmas y sus oportunidades de redención.
Guzmán ha vuelto a Chile 46 años después de que se exiliara tras el golpe de estado de Augusto Pinochet y la instauración de su régimen de terror. Su mirada es meditativa, introspectiva y melancólica, así es su evaluación de la historia del país muchos años después de la contundente denuncia que en 1975 supusiera "La batalla de Chile".
"La cordillera de los sueños" es una producción de Renate Sachse, desde su compañía francesa Atacama Productions en coproducción con ARTE y Sampek Productions (Francia) y Market Chile. Las ventas internacionales las administra Pyramide International.
Sin duda el personaje principal de su película es esa inabarcable cordillera en su eterna magnificencia. ¿Por qué?
Sí, es que es un muro importante... No puedes prescindir de él en ningún sitio, ni en Santiago ni prácticamente en ninguna parte del país. Yo creo que ese muro contribuye a la soledad, la depresión, al encierro que se vive en Chile. Y que se vive desde siempre, desde antes incluso de Pinochet. Hay una forma de ser del pueblo chileno que está condicionado por este cortafuegos inmenso, sin fin. Chile es un país encerrado, un valle estrecho y eso ha alimentado nuestra manera de ser, que es diferente por completo a la de los argentinos. El nuestro es un país girado hacia la tristeza.
Es un retrato triste y a la vez muy sosegado...
Cuando contemplo una realidad desde siempre lo hago con mucha calma.
Pero esta película no tiene nada que ver con el ritmo convulso de "La batalla de Chile".
Ahí la acción era intensa, incesante. El momento de máxima turbulencia en nuestra historia. Aquello fue una explosión devastadora. (...) El pinochetismo arrasó con lo que era el país y lo que yo considero que aún es, pero está oculto. El golpe de estado en Chile equivale a una guerra civil, una monstruosidad. Porque el país era muy frágil, con pocos años de vida, poca constitución y en medio de ese nacimiento... el golpe fue terrible. Yo nunca he vuelto a constatar el país donde yo crecí, me eduqué. Ese país está aniquilado. Y todo el mundo lo sabe, lo presiente. Entonces dónde estoy pisando, dónde está el sótano, esto es bien dramático.
La cordillera es un muro importante... No puedes prescindir de él en ningún sitio, ni en Santiago ni prácticamente en ninguna parte del país. Yo creo que ese muro contribuye a la soledad, la depresión, al encierro que se vive en Chile.
¿Cuál es la capacidad del cine para examinar el pasado, insuflar optimismo incluso para el futuro?
En la práctica, poca realmente. Mis películas las ven en Francia 150.000 o 200.000 espectadores. Sin embargo, en Chile son apenas 9.000. Y eso con una distribución "buena". Los circuitos están en manos de compañías estadounidenses. con películas de acción, género. Pero... ¿un documental sobre Chile? la gente se vira para otro lado. Se ha destruido la afición por el documental que había en la época de Allende. E incluso en la de Pinochet, cuando la gente luchaba por dar testimonio de aquella realidad y se veían los documentales como fuera, en videos caseros por ejemplo.
(Renata Sachse): Pero en las nuevas generaciones sí hay una esperanza. Sí hay un deseo de romper, de buscar algo más allá de unos valores conformistas y neoliberales.
Hay de hecho una generación sobresaliente de documentalistas chilenas, muchos de ellos mujeres (Bettina Perut, Marcela Said, Maite Alberdi...). Y la marca Chiledoc los está impulsando internacionalmente. Como presidente del FIDOCS, el Festival Internacional de Cine Documental de Santiago, ¿está en buena forma el documental chileno?
Sí, podría decirse que sí. Es verdad que hay muchas mujeres documentalistas espléndidas. Carmen Luz Parot por citar otra más. Efectivamente, hay un interés en dar una visión alternativa a lo que las cadenas de televisión emiten, los diarios y los medios de comunicación. Hay mucha censura y en cambio el documental es muy libre en Chile. Y el estado ofrece ayudas, pequeñas, pero ayudas al fin y al cabo...
¿Qué añade "La cordillera a sus anteriores películas"? ¿En qué se distingue de ellas?
Creo que esta película vuelve a lo más simple, huye de barroquismos... hay un elemento clave, la cordillera y poco más. Es una película de esencias, del alma. Aquí hay más de mi voz que en otras y probablemente en la siguiente habrá aún más. Hay una evolución en las personas que va cada vez más hacia lo que hay en ti como creador y como persona y vas dejando un poco de lado. Hay un deslizamiento hacia un territorio más subjetivo...
¿Qué seguirá a "La cordillera"?
No lo tengo concretado aún. Renata y yo trabajamos juntos en un nuevo guion, pero ya sabes que el documental lo vas descubriendo a medida que lo vas haciendo. Mi tema principal es Chile y seguiré haciendo películas sobre mi país. Quiero volver a Chile e insistir en la playa, el mar, el horizonte, a ver por dónde vamos. Mi próxima película será mejor que esta. La fuerza renace de nuevo! (exclama Guzmán sonriendo).