William Vega, director de “La Sirga”

El colombiano William Vega debuta en el largometraje con “La Sirga”, una película que refleja el proceso de reconstrucción de una vida: la de una mujer indígena desplazada por la violencia. Una producción de las colombianas Contravía Films y Burning Blue, en coproducción con Tiburón Filmes (México) y Cine Sud Promotion (Francia), que forma parte de la Quincena de Realizadores de Cannes.

“La Sirga” cuenta la historia de Alicia, una chica campesina de ascendencia indígena que se ve obligada a huir de su lugar de origen, pues su pueblo es incinerado por un grupo armado ilegal. Atraviesa el frío páramo para llegar hasta La Sirga, un hostal de madera a punto de caerse en la orilla de una gran laguna. Ese hostal le pertenece a su tío Óscar, un hombre mayor que ha desaparecido hace años de sus vidas y que es el único familiar que le queda con vida.

¿Qué es lo que cuenta “La Sirga”?
Cuenta la historia de ese proceso de adaptación en el que Alicia debe ayudar a reconstruir ese viejo hostal al tiempo que se levanta de sus propias cenizas. Cuenta ese intento de reconstruirse. Eso desde lo visible. Desde lo invisible cuenta una historia sobre lo inevitable. Sobre la condena al trabajo inútil y sin esperanzas. “La Sirga” nos recuerda esa condición humana de lo inconcluso. Nada está del todo terminado y la existencia se desvanece en ciclos, donde se confunde la cabeza y la cola, el origen y el desenlace. Esta reflexión es también la manera de exponer una visión particular del conflicto nacional. Un conflicto tan largo que también pierde claridad sobre su origen y desde luego de su desenlace. Por lo mismo no planteo una coyuntura ni un período específico del mismo. Voy a la problemática como muchos la han vivido y como seguramente muchos la seguirán viviendo.

¿Cómo interviene la realidad y el folclore colombiano en esta historia?
Para mí la calidad de una película se puede medir por su mayor o menor fidelidad con respecto a lo real. Lo que se aleja de este nivel de verosimilitud se acerca más a lo caricaturesco, a las telenovelas, a la publicidad. En ese sentido la vida misma fue el referente para la construcción de “La Sirga”. Vida que en este caso se desarrolla en un país con un conflicto armado muy complejo que modifica a su antojo el destino de sus habitantes. A la realidad entonces no hay que ignorarla. Al contrario, un gran consejo que puse en práctica durante el rodaje fue dejar la puerta abierta para que precisamente la vida entrara al set y fuera ella la que impregnara cada plano, cada diálogo, cada personaje. El folclore entendido como el conocimiento vivo de un pueblo y no como una búsqueda exotista, es indispensable para acercarse a esa realidad. La historia se debe entonces al contexto social y cultural de este territorio sagrado de La Cocha en Nariño, al sur de Colombia, sin pretender en ningún momento agotar ni abarcar toda la riqueza y saberes de sus pobladores. Es un simple punto de vista.

Comentaste que te interesa que los actores vivan los personajes más que actuarlos, ¿cómo fue tu método de trabajo?
El trabajo con los actores tenía dos conceptos claves: la fidelidad a la vida cotidiana en el escenario y la verdad como parte del actor. Para lograr esa verdad en el casting nunca busqué actuaciones. Así fueran actores quienes se presentaban, no exigí una prueba de actuación. Solo me dediqué a entrevistarme personalmente con los aspirantes y a hacerles muchas preguntas. Fue así que no encontré intérpretes sino que encontré a los personajes. Esto significa que no buscaba que alguien se adaptara a lo que yo había escrito sino todo lo contrario. Cada uno de los personajes venía de un origen distinto, cada uno con una formación diferente, con una historia de vida particular. Eso me llevó a tener distintos métodos con cada uno de ellos. Sin embargo, un principio a respetar fue que no conocieran el guión. Privarlos de ese conocimiento eliminaba la predisposición del actor a la escena, la memorización de diálogos, la sobre información innecesaria, la sobre actuación. Realmente el método fue transmitirles la seguridad para que confiaran en mí y me dejaran llevarlos por un camino que desconocían. Indicaciones puntuales, desplazamientos marcados y diálogos sugeridos antes de la escena eran suficientes para hacer unas cuantas pruebas y rodar no más de tres veces la escena. Dramatúrgicamente fue una apuesta por la expresividad de lo inexpresivo, por el gesto contenido. Por potenciar personajes turbios, que como todos, ocultan algo.

¿Cómo fue el planteo del esquema de producción?
El esquema de producción parte de una convicción Bressoniana muy clara: “No pienses tu película fuera de los medios que posees”, y el sabio consejo de que “la facultad de aprovechar bien los recursos disminuye cuando su número aumenta”. Esta idea de que siempre tuviéramos el control de la película nos llevó a plantear este esquema de un presupuesto justo, más bien pequeño. Por las características del proyecto debía ser financiado por fondos nacionales e internacionales de apoyo aunque entendiéramos que esto podría significar un proceso más lento e impredecible al tratarse de una ópera prima de un realizador, en mi caso, desconocido. Para nuestra fortuna la historia fue calando en las diferentes convocatorias logrando convencer a diferentes jurados que nos otorgaron tres incentivos en la etapa de Desarrollo (Fondo Desarrollo Cinematográfico de Colombia, Fondo Ibermedia, Beca Desarrollo de Proyectos Cinematográficos Iberoamericanos Fundación Carolina – Casa América), tres en la etapa de Producción (FDC, Ibermedia, Fond Sud) y dos en PostProducción (Premio Cine en Construcción Toulouse & Premio Canal CINE +).

¿Cómo fue el equipo de rodaje?
En el rodaje conformamos un equipo de no más de veinte personas en el que fue vital la participación de habitantes de la laguna de diferentes veredas y poblaciones, y diversos roles de la producción. Un equipo admirable convencido de hacer la película que traía en mente desde hacía varios años.

Esta es tu primera película y fue seleccionada para Cannes, ¿qué reflexión te merece?
La selección en la Quincena de Realizadores es un reconocimiento no a mí, sino al equipo con el que comparto una visión de cine. Es un aliento a seguir creyendo en el cine como identidad, en el cine como lenguaje resistente a la uniformidad que implica la desaparición de todo lo que no cumpla con fórmulas y estándares. Admiro profundamente a los realizadores y las obras que han hecho parte de esta sección y esta invitación la asumo con toda la responsabilidad de continuar conformando un reflejo y una reflexión de mi país, salvaguardando nuestra cultura, valores, identidad, como revelación de nuestras esencias y realidades más hermosas y complejas.

Cynthia García Calvo

“La película nos recuerda esa condición humana de lo inconcluso”.