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    “Sabogal”

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    “Condorito”

Animación latinoamericana: la fábrica silenciosa

En 2017 se cumple el centenario de “El apóstol”, el primer largometraje de animación latinoamericano y al que se le atribuye también ser pionero en el mundo. Cien años después de aquel film dirigido por el italo-argentino Quirino Cristiani, la animación regional se encuentra realizando un mínimo de 85 largos en diversas etapas. Pero con sus extensos procesos, los elevados presupuestos, el carácter introvertido de gran parte de los artistas, la ausencia de elencos reconocidos y el mito de estar únicamente dirigida a público infantil, se produce en silencio. LatAm cinema analiza el panorama actual del cine latinoamericano de animación.

Los territorios con mayor producción de live-action son también los más dinámicos en lo que se refiere a animación. Brasil es uno de los más activos con una treintena de largometrajes en diferentes fases de desarrollo gracias, en parte, a la fuerte apuesta del Programa Todas as Telas impulsado por la agencia nacional del cine ANCINE, que ha apoyado la financiación de “Minhocas 2”, “Um pinguim tupiniquim”, “A cidade dos piratas” o “Bob Cuspe -  nós não gostamos de gente”, entre otros títulos en desarrollo que marcarán un nuevo camino en la animación nacional. De las 792 películas brasileñas estrenadas entre 2008 y 2015 solo el 1,4% eran animados, según un estudio reciente realizado por la APRO, Asociación Brasileira da Produção de Obras Audiovisuais y el Sebrae, Serviço Brasileiro de Apoio às Micro e Pequenas Empresas. “En 2017 completamos 100 años de actividad con el corto ‘O Kaiser’ de Seth como marco cero, pero recién tuvimos series brasileñas en televisión en 2006. Esa es nuestra paradoja: a pesar de tener una larga historia, estamos apenas en el comienzo de una industria”, explica Arnaldo Galvão, representante de ABCA, Asociación Brasileña de Cine de Animación. A pesar de encontrarse en una fase embrionaria, la animación del gigante brasileño ya es reconocida a nivel internacional con producciones como “O menino e o mundo” o “Uma história de amor e fúria”, títulos que cosecharon premios en festivales de todo el mundo. No obstante, los laureles no sirvieron en ninguno de los dos casos para superar los 35 mil espectadores en salas brasileñas; mientras que “Minhocas”, filme de stop-motion distribuido por Fox, alcanzó los 125 mil; siendo uno de los largos animados más taquilleros de los últimos años, lo que pone de manifiesto la distancia con la imagen real.

Uno de los escenarios más alentadores en términos de público lo encontramos en México, donde la animación ha protagonizado varios de los últimos éxitos de taquilla. En 2015, “Un gallo con muchos huevos” fue el filme mexicano más visto superando los 4 millones de espectadores, siendo la animación más exitosa de la última década y situándose en el séptimo puesto del top 30 de la taquilla nacional, en el que aparecen además otros cuatro títulos animados, según datos de Canacine, Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica. El fenómeno Huevocartoon y el estudio más sólido de la región, Ánima Estudios, han sembrado el camino con obras como “Don Gato” -remake de la propiedad estadounidense “Top Cat”- o la saga de “Las leyendas”, entre otros títulos. Con ese fértil panorama, hoy se producen una veintena de largometrajes tanto en los estudios ya establecidos como en el ámbito independiente, donde nombres como Luis Téllez o René Castillo trabajan en lo que serán sus debuts en largo. Pero a pesar de tener talento y la confianza del público, el sector no encuentra apoyos en los fondos públicos. “Es una industria probada, que genera empleos de alto valor agregado, que emplea a artistas de todo tipo durante un período más largo de tiempo, y que además, genera ingresos en taquilla. Se tendrían que aumentar los apoyos al sector, no es posible que la animación compita por los mismos incentivos y términos que el cine de ficción o documental”, apunta José Iñesta, director del certamen de animación Pixelatl e impulsor del sector mexicano en el ámbito internacional.  

Con “Metegol”, la animación argentina se posicionó a nivel internacional y fue la película más taquillera de 2013 superando los dos millones de espectadores -número que se multiplicó tras su estreno en más de 20 países. No obstante, tras el éxito de Campanella, el siguiente estreno nacional será en 2017, cuando llegará a salas “Anida y el circo flotante”, nuevo trabajo 2D de Liliana Romero. Ese silencio de cuatro años en las salas busca ser acortado a través el nuevo Plan de Fomento del INCAA, cuya nueva dirección discrimina por primera vez las particularidades de la animación y mantiene los estímulos a la televisión digital, que este año profundizó su relación con el sector de la animación, abriendo concursos para desarrollo y producción de series y series web. En la actualidad, al menos cuatro estudios trabajan en la próxima camada de películas argentinas: “Dalia y el libro rojo”, “Kiribati”, “Gilgamesh” y “Quixote´s”.

El Oscar para el corto “Historia de un oso” significó un antes y un después en la animación de Chile, donde el primer largometraje, “15.000 dibujos”, data de 1942. El siguiente hito se dio en la década del 2000, cuando Alejandro Rojas estrenó “Ogú y Mampato en Rapa Nui”, el trabajo chileno más exitoso de 2002 con más de 300 mil espectadores. En 2007 se estrenó el último filme animado, “Pulentos, la película”; y en la actualidad el sector trabaja en el desarrollo y producción de siete largos: “Nahuel y el libro mágico”, “Homeless”, “El ojo del gato”, “Metamorfo”, “Mango Brothers” y “La casa lobo”. Además, el oscarizado corto tendrá su versión en largo y ya cuenta con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA). “Los largometrajes se han reactivado después de varios años en pausa. Esto responde al trabajo sistemático que hemos realizado en conjunto con el CNCA para crear una categoría independiente para largos animados, que nos permitiera acceder a una mayor cantidad de recursos y a una extensión en los plazos de ejecución para la producción de los proyectos”, explica Pato Escala, productor de Punkrobot y presidente de Animachi, la Asociación Chilena de Animación.

Por su parte, Perú mantiene un modelo particular con fuerte tradición 3D que hoy desarrolla en torno a una decena de largos, entre los que destacan “Mochica”, “Imilla” “El reino entre las nubes”, “Espíritu verde” o “El rayo rojo” y el esperado “Condorito”, blockbuster a estrenarse en 2017 dirigido por Eduardo Schuldt y producido por Pajarraco Films. En palabras de Milton Guerrero, productor de Red Post Studio y representante de la marca sectorial Peru Animation, “las primeras películas –“Piratas en el Callao”, “El Delfín”, etc.- dieron un primer paso invaluable para nuestra industria. A partir de las esas experiencias se creó un ecosistema de artistas y profesionales preparados para la producción”. Aquellas obras de los años 2000 sembraron también éxitos de taquilla que fueron ratificados en la década del 2010 con obras como “Los ilusionautas” o “Rodencia y el diente de la princesa”, superando en todos los casos los 200 millones de espectadores -cifra que aún está lejos de los 3 millones de los éxitos históricos del cine peruano de imagen real.

El país andino brinda apoyo al desarrollo de filmes animados a través de la Dirección del Audiovisual (DAFO) con dos premios anuales de unos 10 mil dólares. “Los fondos peruanos han quedado muy por debajo del promedio regional, cosa que se agrava al no tener una ley de cine, pero debemos reconocer el esfuerzo de la DAFO, que viene trabajando de forma organizada y continua para traer beneficios para nuestro sector”, reconoce Guerrero, quien alude a la necesidad de convenios bilaterales de coproducción y medidas de protección e incentivo.

Uno de los escenarios más alentadores en términos de público lo encontramos en México, donde la animación ha protagonizado varios de los últimos éxitos de taquilla.

El que se ha establecido como paradigma en la industria regional del cine de acción real por sus políticas de fomento a través de Proimágenes Colombia, es también envidiado en lo que se refiere a animación, en tanto que se mantienen tres líneas de apoyo específicas: realización de cortos y desarrollo y producción de largos. Ese impulso se traduce en una producción actual  de unos 15 proyectos de largo en diferentes fases, de los cuales al menos dos se podrán ver en 2017: “Virus Tropical” de Santiago Caicedo y “El libro de Lila” de Maritza Rincón. “Un sector que está en crecimiento necesita este acompañamiento de estímulos, pero hay que tratar de que no se conviertan en un asunto paternalista, es nuestra responsabilidad como sector aprender a caminar y lo hemos ido logrando en cuanto a visibilidad internacional y estamos aprendiendo a hacer coproducciones”, afirma Ricardo Arce, representante de ASIFA Colombia, entidad que desde 2006 y con una treintena de asociados impulsa el crecimiento de la animación nacional. En 2015, “Sabogal” y Desterrada” fueron los únicos largos regionales en el Festival de Annecy.

Otros territorios, como Uruguay, han producido escasos pero exitosos títulos, como “Selkirk el verdadero Robinson Crusoe” de Walter Tournier -quien trabaja en el desarrollo de su próximo largo, “Pueblo chico”- o “Anina” de Alfredo Soderguit, ambos filmes nacionales más taquilleros en 2012 y 2013, respectivamente. Por su parte, en Cuba, los Estudios de Animación del ICAIC han realizado siete largometrajes a lo largo de sus 56 años de historia, estrenando el último en 2014, “Meñique”; y en la actualidad trabajan en el desarrollo de varias series. En países como República Dominicana, Bolivia o Ecuador, la actividad comienza a dar sus primeros pasos con la producción de series y largos, la organización del sector y la capacitación de talento.

Diálogo regional y contenido propio

Por su naturaleza, los proyectos de animación presentan facilidades para realizarse en coproducción entre diversos territorios, fórmula que además es clave para el acceso a mayor financiación. Según José García Letona, productor ejecutivo de Ánima Estudios, esto es determinante, “uno de los desafíos a los que nos enfrentamos son los presupuestos a los que podemos acceder considerando el tamaño de los mercados cinematográficos latinoamericanos. Pero aun así, estamos obligados a hacer producciones que por su sensibilidad y narrativa sean altamente atractivas para las audiencias regionales y/o globales. Una fórmula que nos ha resultado muy exitosa para algunos proyectos, aquellos de índole más global, es la coproducción internacional a través de la cual podemos acceder a presupuestos sustancialmente más altos”.

Para ello, agentes del sector vienen reclamando marcos de regulación y acuerdos bilaterales regionales en espacios como Anima Forum de Anima Mundi o el MAI! del Festival Chilemonos. Desde su creación en 2014, el mercado chileno ha desarrollado diferentes iniciativas con este fin, congregando en su última edición a autoridades de Chile, Perú, Brasil, Colombia y México. “El desafío actual de la región está en pensar la animación como industria y unificar criterios respecto a la forma de hacer negocios. No basta con hablar el mismo idioma, se hace necesario unificar el discurso en cuanto a industria, generar un diálogo vinculante que desemboque en la realización de coproducciones”, indica Margarita Cid, directora ejecutiva del mercado, que en 2017 hará foco en el sector canadiense tras dedicar los años previos a Brasil y Colombia.

El Festival, en México, también surge con el fin de consolidar la actividad a través del fomento de contenidos para comercializar en canales internacionales. “La industria no se crea con largometrajes. Los artistas van brincando de un largo a otro conforme se van desarrollando. Este fenómeno, aunque le da oportunidad al artista en términos de flexibilidad, no permite consolidar una industria sólida de creación de propiedades intelectuales, pues para este modelo se requieren estudios que estén produciendo continuamente episodios y contenidos. Así que, a pesar de que cada vez tenemos más talento en México y más producciones de cine, seguimos sin ingresar al ámbito de las series y de la propiedad intelectual” refiere Iñesta, director del certamen que en 2016 recibió a medio centenar de  decision makers internacionales.

Esa falta de continuidad empuja al talento a migrar al extranjero, siguiendo el camino del mexicano Jorge Gutiérrez, el brasileño Carlos Saldanha o el argentino Juan Antín; y dificultan la apropiación por parte del público de los imaginarios propios. “Muchas productoras han hecho un gran esfuerzo por crear series para recuperar un espacio en la televisión chilena. Por este motivo el fondo del Consejo Nacional de Televisión ha impulsado la producción de este tipo de series a través de su fondo de fomento, pero aún falta que existan los espacios en televisión para que los programas tengan continuidad y permitan la creación de audiencia”, señala el representante de Animachi. También en Brasil la sostenibilidad se identifica como un reto, ”tenemos productores que ya hicieron 104 films de 13 minutos que precisan producir una o dos temporadas más para consolidarse en el mercado y no perder la posición”, sostiene Galvão.

En vías de afianzarse como industria, y con una veintena de festivales dedicados a la animación, el sector también empieza a ganar espacios en los mercados regionales que ya incorporan programas específicos, como es el caso del BAM, Industria Guadalajara, Rio Content Market o Ventana Sur.

Ilustración de portada: Nelson Luty.