Nuevos festivales LGBT en Latinoamérica: consolidando los cambios sociales a través del cine

El circuito de festivales LGBT es cada vez más vasto en Latinoamérica. Reflejo de una producción creciente, consecuencia de cambios sociales, y a caballo entre el arte y el activismo, la región sigue aumentando los espacios para divulgar la producción centrada en la diversidad sexual. LatAm cinema presenta tres festivales LGBT surgidos en los últimos años, que en sus diferencias y similitudes persiguen objetivos semejantes, orientados a apuntalar los cambios sociales a través del cine.  

Como una iniciativa de la Secretaría de Derechos Humanos de Argentina, en 2014 irrumpió con fuerza Asterisco, Festival Internacional de Cine LGBTIQ. Siendo Buenos Aires una de las ciudades más “gay friendly” de Latinoamérica y la cinematografía argentina una de las más poderosas, se tornaba indispensable dotar a la capital de un festival que celebrara la diversidad sexual, en consonancia con una política de estado que otorgó y reconoció derechos como el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género.

Para poner en marcha el festival se convocó a la cineasta Albertina Carri, quien armó un equipo que incluyó como programadores a Fernando Martín Peña, ex director artístico del Festival de Mar del Plata, y Diego Trerotola, ex programador de BAFICI. Asterisco se estableció rápidamente y fue reconocido por su calidad artística, un aspecto que estuvo en la esencia de la realización del festival.

“Desde el inicio tuvimos claro que es lo que no queríamos hacer: tener un festival que por priorizar su aspecto activista/social descuide el aspecto de calidad artística”, enfatiza Violeta Uman, productora del festival. “Cuando comenzamos nos encontramos con la problemática que representa hacer un festival de cine temático, en este caso particular la diversidad sexual, que no es uno en sí mismo sino que contiene en su imaginario a diferentes identidades con sus respectivas problemáticas. Pero para nosotros un tema no tiene valor por sí mismo si la forma en que este está tratado, no entrega una nueva forma de mirar dicho tema. Apostando a la forma y no al contenido es que logramos convertir a un festival temático en mucho más que eso”, sostiene.

Los cambios políticos argentinos también modificaron la estructura del festival, a lo que también colaboró la decisión de Carri de dejar la dirección artística, que fue tomada por Trerotola para la cuarta edición que será en noviembre. Sobre este nuevo camino, comenta Uman: “El espíritu es el mismo, pero con el correr de los años y el cambio de gestión fueron bajando los aportes. El año pasado subsistimos porque con Albertina salimos a buscar colaboración de otras instituciones, golpeando puerta por puerta. Si tengo que ser completamente sincera, la independencia no es tanto una elección sino el resultado de la baja de aportes. Nos vimos obligados a independizarnos y tomar el festival por las astas para que pueda seguir existiendo”, confiesa.

Realizar un festival de cine enfocado en género y diversidad sexual es un acto político.

Con apenas tres ediciones, Asterisco convocó a 37 mil espectadores, 375 películas de más de 60 países y 39 invitados internacionales. Se convirtió también en un modelo a seguir para otros festivales nacientes, como es el caso de AMOR Festival Internacional de Cine LGBT+, que se realiza desde 2016 en Santiago de Chile.

Fue en 2014 cuando Sebastián Inostroza comenzó a idear con Gabriela Sandoval, directora de SANFIC Industria, la posibilidad de realizar un festival LGBT+. “Sentimos la necesidad que existiera en la oferta cultural de Santiago un evento cinematográfico enfocado en diversidad sexual y de género, como ya existía en otras capitales de la región. Fue así como vimos la oportunidad de generar un certamen competitivo con una línea editorial enfocada en obras de calidad, que reuniera lo mejor del cine nacional e internacional. Si bien existían muestras de cine dentro de la institucionalidad LGBT+ nacional, quisimos diferenciarnos como una organización independiente, y contribuir desde la cultura y el séptimo arte, a visibilizar y aumentar la tolerancia hacia la diversidad sexual y de género en Chile”, cuenta Inostroza, director artístico del certamen.

Siendo Chile un país aún muy conservador, que contradictoriamente -o tal vez como consecuencia de ello- ha entregado las películas LGBT más celebradas de los últimos años en Latinoamérica, lograr apoyos y financiación de privados ha sido la mayor dificultad. “El primer año lo hicimos a pulso, con un presupuesto sumamente acotado, y si bien para la segunda edición contamos con el financiamiento del Fondo Audiovisual del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, más del 50% lo seguimos financiando con aportes propios. Las marcas y empresas en Chile siguen muy cerradas a vincularse a la sociedad LGBT+”, afirma.

Para Inostroza, realizar un “festival de cine enfocado en género y diversidad sexual es un acto político”, y en estas dos primeras ediciones se ha procurado trabajar “con el foco puesto en generar un festival de alta calidad en su programación, contenidos, comunicación y experiencia del público”.

Diverso Festival Internacional de Cine LGBT de Panamá es uno de los nuevos certámenes que tienen lugar en Centroamérica. Nació como una transformación de LesGayCinePty, que realizó seis ediciones entre 2008 y 2013. “Sin temor a equivocarme, una de las mayores dificultades que hemos tenido ha sido la falta de apoyo por parte de entidades encargadas de la parte cultural en Panamá”, cuenta Bernabe D'Angelo Ruiz Aguila, director del festival. Tras algunas pequeñas muestras en los últimos dos años, el festival toma un nuevo ímpetu para su próxima edición, buscando sortear la desidia oficial y la cultura homofóbica.

“La realidad LGBT en Panamá, como en muchos países de la región, ha ido evolucionando con el pasar de los años, claro que aún nos falta mucho para estar a la par de otros países como Argentina, México o Uruguay. La homofobia está tan culturalmente aceptada que muchos no se dan cuenta cuando son objeto de la misma, y la falta de normas, decretos o leyes que nos protejan, es una de las grandes falencias en el sistema y cuando uno quiere denunciar no hay donde poder acudir. En cuanto a la producción de películas LGBT en Panamá, es muy pobre por no decir nula; acaso hay 3 o 4 producciones a lo largo de muchos años”, cuenta Ruiz Aguila.

“Estos festivales con no muchos años son empujados por la misma sociedad de sus regiones, joven, vital, que está consiguiendo poco a poco más derechos, y donde su población LGBT, aunque con dificultades, ve un horizonte más abierto y optimista”, observa Igor Blanco, que ha sido testigo de esta evolución desde su rol de coordinador del Premio Sebastiane Latino, que desde hace un lustro distingue a las producciones latinas que mejor representan los valores LGBT y que se entrega en el marco del Festival de San Sebastián. Justamente, el certamen español se ha convertido en punto de encuentro de los festivales LGBT de la región, donde anualmente se reúnen para compartir experiencias, generar alianzas y sumar esfuerzos para consolidar un circuito de festivales LGBT.  

Imagen de portada: Programa de AMOR Festival Internacional de Cine LGBT+.