La Cinemateca Boliviana se convirtió en los últimos días en la sede central de la quinta edición del Bolivia Lab, siendo el espacio para el desarrollo del laboratorio y clínica de proyectos cinematográficos y las exhibiciones de los largometrajes de la muestra latinoamericana; su rol de anfitrión le permitió aumentar la visibilidad de la amenaza de estatización que sufre tras toda una historia como entidad autogestionada y autosostenible.
“Estamos en una campaña desde hace un par de semanas porque el ministro ha anunciado que con la nueva ley nos va a quitar la Cinemateca. No lo puede hacer por motivos legales, pero sí si Evo (Morales) hace un decreto”, sintetiza sobre la situación actual la directora ejecutiva de la Cinemateca, Mela Márquez.
Anclado en un moderno y atractivo edificio de cara a las montañas, la Cinemateca Boliviana es un espacio que combina salas de cine, preservación de patrimonio audiovisual, café, biblioteca y hasta una academia de música.
“Nosotros somos una fundación cultural sin fines de lucro, que es autogestionada y autosostenible. Esto no es ni del Estado, ni de la Alcaldía. Funciona de forma independiente. Tenemos 36 años de vida. Esto nace en un local pequeño en la casa de la Cultura; iniciativa de hombres de izquierda comprometidos con la democracia en plena dictadura. El grupo de la sociedad civil decide armar la Cinemateca. Algunos años después se logra ubicar en el teatro de un colegio y se alquilan unas bóvedas para guardar e ir acumulando el material. Se vuelve una sala de cine amadísima. La Cinemateca fue defensora de la democracia porque eran años muy oscuros; las películas de Sanjinés y de los cineastas revolucionarios estaban prohibidas, y nos quemaron la Cinemateca”, relata Márquez.
A partir de allí se inició una campaña de una década denominada “Un ladrillo para la Cinemateca”. “Recibimos financiamiento de la cooperación internacional, de países como Japón, China, Alemania o Francia, pero también de la comunidad. La gente venía y daba desde 10 pesos en adelante; se hacían fiestas, kermeses. Entonces esta es una construcción realmente de la ciudadanía. El Estado nunca estuvo”, cuenta Márquez.
En 2007 finalmente se reabre en su sede actual, donde cuenta con una bóveda que alberga 33.000 rollos catalogados, un equipo de especialistas y voluntarios que se formaron en catalogación, archivos y preservación, logrando restaurar películas como “Guara Guara”. Todas las iniciativas se llevan a cabo aplicando proyectos a fondos internacionales.
“Es una historia muy dolorosa la del cine boliviano. Nosotros no tenemos fondo de fomento. Teníamos un préstamo con intereses millonarios, que endeudó a muchos directores. Y hoy el Estado, de la nada, reclama que le devuelvan la Cinemateca porque en los años 90 tuvo la generosidad de darnos en usufructo el terreno. Quiere expropiar la Cinemateca. Además consideran que el patrimonio no tiene que estar en manos de privados, como si el Estado hubiera sido un ejemplo de conservación. O como si el Estado hubiera producido todas estas películas. No tiene la moral para reclamar nada” afirma Márquez.
Actualmente, la Cinemateca Boliviana se moviliza juntando firmas y enviando cartas a la FIAPF (Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos) para lograr apoyo nacional e internacional y evitar la estatización.
Desde La Paz, por Cynthia García Calvo.