LatAm premiere: Ángeles Cruz, directora de “Valentina o la serenidad”
“Valentina o la serenidad”, segundo largometraje de la realizadora mexicana Ángeles Cruz, tendrá su premiere mundial en la sección Discovery del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), cuya 48° edición se llevará a cabo del 7 al 17 de septiembre.
El nuevo trabajo de la directora de “Nudo mixteco” es una producción de la realizadora junto a IMCINE y ECAMC protagonizada por una niña que intenta darle sentido a la muerte de su padre en un accidente. El filme llega a Toronto tras ganar la última edición del WIP del Vancouver Latin American Film Festival (VLAFF) y tras haber participado en Cine en Construcción de Cinélatino, Rencontres de Toulouse. LatAm cinema dialogó con Ángeles Cruz sobre esta nueva película y la relevancia de su comunidad, Villa Guadalupe Victoria, en su modo de pensar y hacer cine.
La idea para “Valentina o la serenidad” parte de tu propia experiencia y proceso de duelo. ¿Qué otras fuentes de inspiración encontraste para transformar tu historia en la de Valentina?
Pienso que no creamos las películas de la nada, sino a partir de lo que nos afecta, y de compartir preguntas, procesos y cuestionamientos que nos hacemos. La película parte de mi primer miedo. Al perder a mi padre a los nueve años, me sentí totalmente desorientada y poco acompañada por los adultos. Ese miedo fue mi primer impulso, que luego se fue abonando con otros procesos. Creo que es una película sobre cómo atravesar estos procesos por los que todas las personas que pierden a alguien necesariamente tenemos que pasar. El no creerlo, la frustración, el enojo, hasta terminar en la aceptación. Convivo con muchas niñas y niños en el pueblo, y empecé a hacer entrevistas a niñas y niños huérfanos. En mi comunidad además la gente migra muchísimo, entonces hay muchos niños y niñas que se quedan a cargo de abuelitas, abuelitos, tías y tíos y sufren el dolor del abandono. Trabajé a partir de esas entrevistas, sumado a algunas lecturas sobre diferentes culturas, no sólo la mía, sobre qué pasa alrededor de la muerte.
Mencionas a tu comunidad en el proceso de escritura, pero también fue allí donde realizaste el rodaje, ¿cómo es trabajar en y con tu propio pueblo?
Yo paso la mayor parte del año en mi comunidad, soy parte, entonces eso implica una responsabilidad más grande, es como trabajar con tu familia. Es una comunidad pequeña, somos 300 habitantes, así que, con gran parte de ellos tenemos parentesco en algún grado. Ahora nos regimos por un reglamento interno. Tenemos una asamblea comunitaria, ahí se toman las decisiones más importantes que afectan a todo el pueblo. Dentro de esa asamblea se toma la decisión de aprobar o no que yo filme. Mi primer pitching, por decirlo de alguna manera, es ante el pueblo. Ahí les expongo de qué trata la película, qué implica ayudarme y ser parte, que implica la llegada de gente que no es de ahí, el ruido que hacemos para trabajar. La gente confía porque eres su vecina, entonces saben que sus niños y niñas van a estar seguros y que ellos también van a formar parte de la película. Si la asamblea lo aprueba, esto significa que es un proyecto comunitario. Estés de acuerdo o no, todo el mundo tiene la predisposición a ayudar. La ventaja es que estuvieron de acuerdo todos, pero como estas decisiones comunitarias afectan a todo el pueblo, hay una responsabilidad muchísimo más grande. Es llevar tu película a tu casa y tratar de que eso tenga un impacto positivo. Yo quedo en medio: entre mi comunidad y la gente que viene de afuera. No filmo hasta que tengo asegurados los fondos para hacerlo y poder pagar a la gente que participa, porque para ellos un día de trabajo es un día que tienen comida para llevar a su casa. Con los niños y niñas hicimos varios talleres. Uno de escritura para echar a volar la imaginación, uno de juegos para ver cómo compartimos en grupo y, al final, hicimos el proceso de casting.
Los miembros del equipo que llegan de afuera probablemente estén acostumbrados a otro estilo de rodaje: producciones que no cuidan los espacios, contaminan, rompen cosas y se generan rispideces con la población local. ¿Cómo preparas a tu equipo para que su impacto no sea negativo?
Acabas de describir mi experiencia como actriz. Llegas, la gente pasa por encima de todo, se mete encima de las casas, no respeta absolutamente nada, dicen: “Es mi locación y hago lo que quiero”. En ese sentido, desde mi primer corto, “La Tiricia o cómo curar la tristeza”, mi miedo al llegar a mi comunidad era ese. Como actriz había visto muchas cosas que no me gustaban, entonces, en ese momento, 2011, hicimos una reunión con todo el crew para establecer las reglas: “OK, vamos a mi casa, en mi comunidad la mayoría de las personas no fuma, entonces la gente que fuma debe llevar sus ceniceros porque las colillas van a parar al río. Tenemos un río limpio, una comunidad limpia, no hay basurero, la gente utiliza la basura orgánica para sus plantas y la basura inorgánica es muy poca”. No llevamos plásticos, en ese entonces la cocina que nos atendió fue la cocina comunitaria. Y cuidadito si veo a alguien maltratando a alguien. En México existe un gran racismo y me ha tocado corregir esas cosas, hablar con estas personas para que tengan una actitud de respeto, equidad, igualdad; y cambiar estos sistemas a los que nos hemos acostumbrado en el cine de industria. Llevo poca gente, esta vez fueron 35 personas y, de éstas, mucho es equipo que he repetido a lo largo de mis producciones. Y muchos servicios ya los da la comunidad. Están involucrados en alimentación, arte, vestuario, producción, a la hora de construir tenemos carpinteros locales que saben cómo reparar algo para dejarlo para tal cual lo recibimos o mejor. Nos apoyamos mutuamente y hay un reglamento para poder integrarnos sin dejar daños a la comunidad.
"Mi primer pitching, por decirlo de alguna manera, es ante mi comunidad. Ahí les expongo de qué trata la película, qué implica ayudarme y ser parte de la misma".
Has comentado que no te pones a trabajar hasta no tener los fondos asegurados, y sorprende que hayas estrenado “Nudo mixteco” en 2021 y ya estés por estrenar tu nuevo largometraje. ¿Qué fondos recibieron y cómo lograron sacar adelante una película en poco tiempo?
Escribí “Valentina o la serenidad”, pero la idea había surgido antes en un taller. En 2020 estaba todo cerrado, tenía todo el tiempo para escribir. Estaba en mi comunidad, era muy fácil escribir, hacer las entrevistas, hablar con los niños y niñas. En 2021 ya estábamos aplicando a un fondo y, a principios de 2022, estábamos aplicando al segundo. Efectivamente, nos costó muchísimo más levantar “Nudo mixteco”. Para esta película empezamos recibiendo ayuda del ECAMC, que es un estímulo pequeño para realizadores indígenas y afrodescendientes, un estímulo muy noble porque con él podemos pagar a la gente directamente. Este apoyo fue fundamental y nos impulsó para complementarlo con el estímulo FOCINE Infancias. El rodaje empezó el 15 de agosto de 2022 y terminó el 15 de septiembre. Luego seguimos trabajando con el editor para ir a los WIPs de Vancouver y Toulouse, y en paralelo nos postulamos al fondo de postproducción. Sabemos que a mucha gente le lleva mucho tiempo conseguir los fondos y allí es donde te atoras, en ese cuello de botella. En este momento estamos muy felices porque también obtuvimos los fondos de postproducción de ECAMC.
En México cada año son más las películas ambientadas en las comunidades, con personajes que hablan lenguas indígenas y temáticas que atraviesan a estos pueblos, ¿cómo recibe el público mexicano estas producciones?
Yo estoy sorprendida, porque el problema de la exhibición en México es tremendo. Estamos invadidos por el cine comercial y estadounidense, que copa toda las salas y el resto de las películas se quedan con pocos espacios. Para las películas provenientes de las comunidades, el circuito se cierra aún más. Con “Nudo mixteco” nos fue increíble, tuvimos una distribuidora y el apoyo de un fondo pequeño de México para la exhibición en cinetecas y cineclubes. Para mí era importante la exhibición comunitaria, porque en nuestras comunidades no hay cines. Si hubo en algún momento, en los 70s y 80s, desaparecieron con la llegada de grandes cadenas y la popularización de la televisión, por lo cual hicimos una exhibición en comunidades con pantallas rodantes. Pero pasa lo mismo que en todo el mundo, este cuello de botella, este cuentagotas, y hay que seguir peleando espacios. Nosotros reafirmamos eso y somos un pueblo migrante, entonces en todos lados había gente de la mixteca. Hay que buscar esas redes, hacer valer esas redes comunitarias y poner la película mucho más accesible. Romper los acuerdos comerciales y decir: “¿Quién quiere la película? La podemos mandar”. Si se cobra entrada entonces tiene un fee, pero si es libre se la presta, con el compromiso de que cuiden el material. El peligro de esto es la piratería y la exhibición en celulares. Haces una película para gran formato y la gente termina mirándola en el celular, donde se pierde la historia y la imagen. Ya no sabemos estar atentos durante una hora y media, entonces hay que dar acceso a la película para que puedan verla las personas dignamente.
¿Tu comunidad ya vio ”Valentina o la serenidad”?
Todavía no. Cuando estábamos terminando de filmar la película, ellos vieron “Nudo mixteco”. No la pude exhibir antes porque yo estaba en servicio de la comunidad, entonces había conflicto de intereses. Son cargos de un año, y durante el año de exhibición de “Nudo mixteco” yo era parte de la autoridad. Cuando terminé mi cargo hicimos la exhibición, que estuvo muy buena porque se volvió una fiesta de la comunidad, un intercambio de ideas. La gente de allí es consciente de que está haciendo una ficción. Muchas veces la gente de afuera nos pregunta: “¿Qué piensa la comunidad sobre este tema?” “Nudo mixteco” trata sobre lesbianismo, sobre mujeres que deciden separarse de su marido y seguir sus vidas, entonces a la hora de platicarlas en público con quienes la hicieron nos centramos en estos temas. En la comunidad somos personas abiertas para tratar los temas, y estamos conscientes de que es una ficción, de que estamos interpretando personajes, no son nuestras vidas.
¿Ya estás trabajando en un nuevo proyecto?
Acabamos de sacar la película del horno, no hemos parado, estos dos años han sido de dedicación total para la película. Toronto es una puerta enorme porque visibiliza nuestro trabajo frente a otros festivales y otras miradas. En este momento me encuentro abocada en ello y en tratar de que este año pueda haber un estreno nacional. Quiero disfrutar mucho de “Valentina…”, de esta enseñanza comunitaria de platicar los procesos, de compartirlos. Acabo de regresar del pueblo y estuve platicando con la niña y ella está emocionadísima, jamás ha viajado en un avión, no ha salido del país. Quiero acompañarla en esa etapa de emoción y de extrañamiento al conocer cosas nuevas, contagiarme de este asombro. Es una película que a nosotros nos significa mucho, un proceso de duelo, de juego, de reconocernos en las otras personas al compartir nuestra historia. Estoy muy agradecida con la comunidad de Villa Guadalupe Victoria, donde he hecho todas mis películas y donde me siento muy acompañada siempre, con la familia detrás, en casa.